“Camarada, no explique porque enreda”, fue una de sus frases emblemáticas en las nada breves discusiones que alguna vez intentaron desentrañar oscuridades en el autocuestionamiento de la izquierda venezolana. Años después, siendo ministro de Cordiplan, resumiría la contradicción implícita en nuestras economías: “Estamos mal pero vamos bien”, frase que le valió no pocas críticas por su abrupta sinceridad, en un país cuyas retóricas políticas merecen trabajos semiológicos de largo aliento sobre el qué y el cómo se dicen las cosas.
Teodoro Petkoff, aunque nacido en el pueblo que diera nombre a una conocida canción llamada El Negrito del Batey, no es precisamente un afrodescendiente. Sus padres, un búlgaro agrimensor y una polaca médica, emigraron a un lugar de contrastes, belleza natural y trompetas de buenaventura, propias de una Venezuela rural que se abriría muy rápidamente a emigraciones calificadas en diversos ámbitos, como la educación, agricultura, construcción, medicina, higiene, veterinaria,ingeniería, minas y arquitectura.
Polémico, frontal y controversial en su actuación pública, política y comunicacionalmente, Teodoro no se anda por las ramas, lo que le ha traído a lo largo de su sus 82 años, no pocas críticas y malentendidos; cuestionamientos y hasta rechazos en los sectores de izquierda o de derecha, cuyo pragmatismo ignora el acontecer político venezolano a lo largo de la historia. Quien fuera estudiante brillante de economía en la UCV, no tuvo empacho en adherirse a la guerrilla y luego discutir el adiós a las armas con sesudos análisis y duras confrontaciones, que le valieron no sólo descalificaciones de sus compañeros comunistas sino la cárcel, cuando fuera anulada la inmunidad parlamentaria de comunistas y miristas.
Su mal genio casi legendario frente a la improvisación, dislate o superficialidad en la exposición de las ideas de sus oponentes o aliados, no le eximieron de una aureola más cercana al actor de cine entre las estudiantes universitarias y militantes de izquierda. Contribuirían su atractivo físico y espectaculares fugas –del Hospital Universitario y del Cuartel San Carlos-. Los años de polémica constante y libros publicados a pecho abierto, le trajeron el respeto a su inteligencia, cultura, análisis y valentía de quien asume los riesgos de posturas políticas, inherentes a quien ha transitado la política vivida como posibilidad de transformación de la economía y mentalidades.
Las nuevas generaciones que admiran su coraje ante las nuevas formas de persecución de la cual es objeto hoy, quizás ignoran que su lucha por la libertad de expresión comenzó desde que era militante del PCV, partido que prohibió la lectura de Checoslovaquia: El socialismo como problema. Le seguirían Socialismo para Venezuela y 11 libros más que anunciaron el descalabro de la URSS, la caída del Muro de Berlín, China capitalista y los rumbos ortodoxos o mesiánicos de la izquierda venezolana. En fin, Teodoro también sembró los árboles bajo los cuales se siguen debatiendo asuntos cruciales del socialismo que hace posible salvar al hombre, sin devastar su alma ni al mundo.