“Es que en Bolivia la oposición no se une”, se le oyó decir a varios en el marco de la elección que ratificó al socialista Evo Morales. Y quizá lo dijeron también muchos que aquí, contradiciendo su argumento, se dedican a golpear la MUD subestimando la tan valiosa unidad que nos costó tanto y que reconocemos como avance en relación a otros países del continente que padecen del mismo mal. “Sin unidad no hay cambio”, era hasta hace poco una premisa universal incontrovertida, hasta que el gen de la antipolítica reapareció.
No hay acontecimiento en Venezuela o en el mundo que no genere la crítica de un grupo de twitteros hacía la MUD. Una marcha de protesta estudiantil en China, por ejemplo, es propicia para desacreditar a la oposición venezolana. Pero cuando la MUD convoca a una marcha, entonces se alega que están hartos de marchar. “Con marchas no se tumba a un comunista. Tenemos quince años marchando”, son argumentos corales recurrentes. Lo curioso es que estos críticos profesionales idealizan el formato de “guarimba”, a pesar de los resultados y el evidente rechazo que genera en la población. Debe ser que le es cómodo un formato de lucha en el que ellos no participen, que dependa de otros que ponen el pellejo mientras ellos siguen en sus casas twitteando, muchas veces desde el exterior.
Lo cierto es que la lucha por la democracia y la libertad sí depende de lo que hagamos cada uno de nosotros y no puede ser delegada. Las marchas como las de China y tantas que la oposición venezolana ha realizado, son legítimas y necesarias para combatir este tipo de regímenes. Igualmente las elecciones que mientras existan deben convocarnos para procurar el cambio y parar el avance comunista. Lo que pasa es que todo eso requiere de un gran esfuerzo colectivo y una constancia histórica a la que no todo el mundo le resulta atractivo. El “yo-con-yo” que las redes sociales ha exacerbado nos hace perder las perspectivas a veces, creyendo que una marcha y una elección son inútiles pero que un tweet es un acto de rebeldía potente. Igualmente quienes pretenden sostener que la pérdida de popularidad del régimen no se debe a un proceso sino a una acción individual de una persona o un grupo. ¿La campaña electoral del año pasado, la resistencia de la sociedad civil, la oposición de los diputados y las gestiones municipales y regionales de los líderes democráticos ya no importan?
Tenemos que prepararnos para las elecciones parlamentarias y fortalecer la MUD que es la única plataforma política de unidad a favor del cambio. Lo demás son fracciones o, peor aún, ficciones. Eso no excluye que sigamos protestando pacíficamente exigiendo la liberación de los presos políticos y las rectificaciones económicas. Entendamos esto como lo que es, un proceso histórico en el que todos somos útiles y necesarios. No es tiempo para comenzar de cero, sino de mantenernos unidos. No nos convirtamos en un “francotirador 2.0”, y dejemos a un lado el harakiri digital y la mezquindad propia de la antipolítica que fue en definitiva la que entregó el país en manos de estos caudillos.
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.
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