Se arrepiente de lo que hizo, pero no le da pena contar lo que vivió. Es Ángel Chávez el joven que hace años era conocido como un líder negativo del Centro Socio Educativo Pablo Herrera Campins, El Manzano, y hoy día trabaja para la Fundación de Deportes del estado Lara (Fundela). Da Gracias a Dios por haberlo encaminado a lo que considera el bien.
Su rebeldía inició desde pequeño, pues se sentía libre, sin ser juzgado por nadie. Sus padres se separaron apenas él tenía dos años de edad, lo que piensa influyó en su comportamiento prematuro, “a los 10 años comencé fumando cigarros, luego marihuana y sentía una nota. Después vino el perico, a medida que la pasaba bien ligábamos diferentes drogas”, pero aclaró que nunca fue adicto.
Al poco tiempo, junto a sus compañeros, comenzó a robar, y estando en Yaritagua, su pueblo natal, después de cometer varias veces el delito, hurtó una camioneta, pero ese día lo detuvieron. Lo mandaron al retén de menores cuando tenía 16 años de edad.
“Estando en El Manzano mi hobbie era consumir”, pues no hacía otra cosa que “ennotarse” y se mostraba negativo a hacer otro tipo de actividades, “a veces me metía en talleres, pero era a entorpecer, por el único que me interesé fue por el de agricultura”.
“En mi tiempo hubo una transición y como hacía todo lo negativo, poco a poco fui ganando terreno hasta convertirme en un líder, pero un día en una riña recibí un disparo en el fémur izquierdo, eso me hizo reflexionar”.
Seis días antes de cumplir los 17 años, lo hospitalizaron, “estando ahí los cristianos hablan conmigo, me predicaban y me mostraban el camino para el cambio, el cual lo hice por mi madre y mi futuro”. Un año y seis meses fue la condena del joven quien al regresar al retén, manifestó su deseo de una vida diferente.
Carlos Falcón y Mariely Sánchez, exdirector del retén y exdirectora del Saina Lara, respectivamente, fueron pilares fundamentales en esa transformación. “Él es una de mis cosechas. Era un reto”, dice Falcón en referencia a Chávez y recuerda que el cambio se dio luego de que él junto a un pequeño grupo de jóvenes pidieron una de las letras (nombre para las celdas), “nos dieron la B y ahí comenzamos el cambio con 33 menores”.
Luego de iniciar una nueva vida, Ángel encaminó a otros compañeros a formar un porvenir distinto, donde las drogas y los delitos (faltas en caso de menores de edad), no estaban en sus prioridades.
Ahora trabajar, formar una familia, dejar de ser “el dolor de cabeza” es parte de sus metas.
No deja de agradecerle primeramente a Dios y al Gobierno regional por el trabajo que le ofreció.
Ahora Ángel Chávez cuenta con 22 años y es un hombre de bien, uno de los orgullos de Carlos Falcón y Mariely Sánchez, quienes no dejan de repetir que es uno de sus hijos por cariño.