Su vida gira alrededor de la cocina. Todo lo hace por y para eso. Harry Rivero, el barquisimetano que llegó a la capital para deleitar con sus mejores platos al comensal de La Cantata, en El Ávila, habla a fuego lento, de su exquisita y suntuosa gastronomía
“La cocina es un arte y degustar el trabajo de Harry Rivero es más que un placer”, las palabras de Rosmir Sivira son una inmejorable pista para conocer la carrera de un hombre que nació para ser y hacer lo que más le gusta, para hurgar en los días de quién asume el patrimonio gastronómico criollo como un compromiso de vida. La cocina en sus manos está a salvo, se rescata, se resalta, adquiere una nueva dimensión, como por arte de magia, en fin, su obra al final de todo podría ir en la dirección de lo que en alguna oportunidad dijo Miguel Lacle, “probar sus platos es viajar en el tiempo al Barquisimeto de antes, a la comida de la abuela, sabrosa, generosa y #MuyGuara”.
“Todo lo que hago es por y para esto, mi vida gira alrededor de la gastronomía. Me acuesto y me despierto en la madrugada pensando en comida, en lo que voy y puedo hacer”, la idea surge como abreboca para conocer la trayectoria de Harry Rivero, un barquisimetano que duerme en Caracas, pero que tiene el privilegio de hacer vida en El Ávila, en el restaurant La Cantata.
Así comenzó la historia
El paso más importante en su carrera lo dio cuando tenía 16 años. Harry, en medio de su interés por conocer aún más el mundo de la gastronomía, recién culminados sus estudios de bachillerato, decidió tocar las puertas en INCE Turismo, impulsado por sus grandes deseos de convertirse en pastelero profesional y, aunque no fue precisamente en esa área, supo abrirse camino dentro de mundo de la cocina.
Para él era común ver a sus padres, tíos y abuelos cocinar con gran dedicación en las reuniones familiares. Tan sólo tenía seis años cuando comenzó a asumir esta profesión como un estilo de vida, aunque parezca mentira, a su edad, con toda la seriedad del caso. Así llegó a los fogones, así entró, para nunca más salir, a este universo de infinitos sabores y aromas. “Ayudaba a mi manera, hacía lo que podía, a veces me despertaba a las seis de la mañana para hacer unas arepas”, aquella intención de colaborar con los quehaceres de su casa no era otra cosa que las primeras manifestaciones culinarias de un niño que, aunque sus arepas le quedaran “torcidas” y un poco quemadas, estaba empeñado en jugar a convertirse en el mejor cocinero.
En su mente no existía otra cosa, Harry siempre tuvo la convicción de cocinar, tanto así que soñaba trabajar en el restaurant de un crucero y conocer el mundo. Su primera experiencia laboral fue en El Tiuna, de ahí tuvo la oportunidad hacer su carrera durante siete años en diferentes establecimientos de su Barquisimeto natal. “Por cosas del destino recuerdo que compre una revista 100% caraqueña, la publicación tenía una reseña de un restaurant llamado Lola, metí mi currículo y por fortuna me llamaron”. Desde ese momento comenzó su carrera en la capital, de ahí ingresó al Centro de Estudios Gastronómicos (CEGA), el “Alma Máter” de los más reconocidos profesionales del arte culinario en el país, el lugar que finalmente le inyectó su amor por la cocina venezolana y en el que conoció al profesor José Rafael Lovera, destacado historiador, investigador, gastrónomo y escritor.
Aquella etapa académica agudizó su deseo por explorar las regiones, por conocer aún más sus productos, sus ingredientes, le permitió darle alas al sueño de enaltecer y rescatar nuestra cocina, en fin, a entender los platos y las tradiciones gastronómicas del interior del país. “Regresé a Barquisimeto para continuar con las actividades de Cero, servicio de catering, una empresa con la que he trabajado durante más tiempo de forma independiente. En ese lapso estuve en San Felipe, San Cristóbal, Mérida, Río Caribe (probablemente la zona más rica a nivel culinario en el país) y Maturín, entre otras ciudades”.
La idea de su aventura era indagar, preguntar, hacer ese trabajo de campo, de “hormiguita”, patear la calle, descubrir los ingredientes y probar lo que se pudiera. Para él no sólo se trata exclusivamente de cocinar, pues cree que la gastronomía involucra muchas cosas, desde conocer la historia hasta descubrir los productores y sus productos. Eso le dio la fuerza suficiente para desarrollar su propuesta en Caracas dentro del restaurant La Cantata, un proyecto que surgió hace cuatro años, de ahí el concepto de cocina de mercado, “se trata de ver y comer lo que se comercializan en esos lugares y basándote en eso, producir tu propia comida… Es un tema que además me permite ofrecer a los clientes servicios inspirados en el recetario criollo”. Harry continuará su carrera en la capital, mientras sigue deleitando paladares en su inagotable labor por enaltecer y rescatar la gastronomía venezolana.
Información: www.harryrivero.com