Para mi hija Sofía
“Partir es morir un poco” dijo el poeta francés Edmond D´Haracourt y añadió “es morir a lo que se ama”.
Y es aquí cuando el sentido de pertenencia se vuelve referencia. Uno pertenece al sitio donde hizo los primeros amigos, donde jugó, donde se llenó de tierra, donde lloró. Uno pertenece al sitio donde se enamoró por primera vez, donde bailó pegado, donde se dio el primer beso, donde se embarrancó con el primer despecho.
Uno pertenece al sitio donde cantó, donde se rió a carcajadas, donde hizo travesuras, donde lo regañaron, donde se estrelló contra la realidad. Uno pertenece al sitio donde están enterrados sus muertos, donde celebran sus vivos, donde el cielo es azul como en ninguna otra parte. Por eso irse es morir un poco…
Pienso en tantos venezolanos que han decidido que es mejor morir a lo que aman que morir a manos del hampa, o a ser unos “sin futuro”, no importa cuántos títulos universitarios posean, o marcharse a trabajar a otro lado antes que hacer negocios rojos rojísimos, que no solo ensucien sus manos, sino sus conciencias.
Estos venezolanos se han marchado a otros derroteros a buscar lo que aquí no encontraron. Derroteros de los que probablemente vinieron sus abuelos y sus bisabuelos, cuando Venezuela era el país al que la gente venía, no el país de donde la gente se va. Parece que en esto de las migraciones humanas, el círculo de la vida también se cumple.
Los aeropuertos internacionales se han convertido en escenarios de desgarradoras escenas de despedidas y de familias divididas. Lo peor es que no ha sido por una guerra, una hambruna o cualquier otra situación desoladora. Ha sido por causa de una “revolución” que ha convencido a la mitad de los venezolanos que lo que no saben, no tienen o no han alcanzado es por culpa de la otra mitad. Por unos ñángaras que han estado toda la vida detrás del poder y que cuando finalmente lo alcanzaron llegaron con sed de venganza, saquearon el país… y solo en eso han tenido éxito. Venezuela está destrozada política, económica, social y moralmente.
Cada vez que se va un muchacho, hay un pedazo de patria que se va con él. ¡Pobre del país del que se van sus jóvenes! “Partir es el último verso de un poema… y hasta el adiós Supremo, es su alma que se siembra, que se siembra en cada adiós… ¡Partir es morir un poco!”
@cjaimesb