A Juan Vicente le otorgaron un doctorado y a Chúo la MUD. Guardando las distancias, ambos bien merecidos.
Es doloroso todo lo que está aconteciendo en nuestro país. En tres lustros hemos pasado de un país trabajador, alegre, con esperanzas y futuro, con seguridad, a un país de desesperanzas, con futuro incierto, de migrantes, de alta peligrosidad. Y discúlpenme que insista pero esto es la consecuencia lógica de querer instaurar un régimen que en todas partes donde se implantó o se ha querido implantar los resultados han sido siempre los mismos. Deterioro total del país. Destrucción de la institucionalidad. Odio y división. Violencia, agresividad y amenazas. Corrupción e ineficiencia. Culto a la personalidad. Mentiras, engaños. Irrespeto a los derechos fundamentales del ser humano. Justicia politizada. Credibilidad cero.
Algunos opinan que nos henos colombianizado. No creo que eso sea del todo cierto. Hay rasgos similares. Pero lo que está pasando aquí es mucho peor. Peor porque da la impresión que desde el propio gobierno se aúpa este desastre. Desde el mismo momento que el teniente coronel felón, hoy difunto y elevado a la categoría de comandante supremo y eterno, se comenzó a usar un lenguaje agresivo, de guerra, de confrontación. “Robar porque se tiene una familia con hambre tiene justificación”. “Los pobre no tienen porque los ricos se lo quitan”. Y ese lenguaje fue convirtiéndose en paradigma para una buena parte de la población. Ya no es más ciudadano tal cosa, ahora es mi comandante cual cosa. Batallones, batalla, guerra, estrategia, táctica, unidades de combate, estados mayores, patria o muerte, no pasarán, no volverán. Revolución pacífica pero armada. Militarización de la mayoría de la estructura del Estado. La oposición dejó de ser tal para convertirla en enemigos. Se criminalizó la disidencia. Listas discriminatorias. Un solo partido, un solo color. Ningún diálogo solo monólogos. Una sola verdad, la vedad de la revolución. Al sembrar esos vientos se comenzaron a cosechar tempestades.
Los crímenes en el país han crecido de forma exponencial. Del discurso agresivo se pasó a la praxis del discurso. Del muerto de un disparo al muerto acribillado. Ahora del muerto acuchillado, disparado y descuartizado. Más crímenes que cualquier guerra del medio oriente. Y planes y más planes y cuadrantes inteligentes. Todos fracasados porque en realidad no hay una intención política de resolver la situación. Más aun parece que al régimen le interesase que eso continúe. Política de Estado pues. Y se volvió un bumerán. Haciendo memoria recordamos al fiscal Anderson. A William Lara. A ex gobernadores y ex alcaldes. A Otaiza. A dirigentes del PSUV. Y ahora el lamentable y atroz crimen en contra un joven diputado. Según el sentir popular ninguno de esos crímenes y accidentes han quedado resueltos. A todos los ha envuelto un misterio. El misterio propio de las revoluciones comunistas. A la distancia recordamos el caso Camilo Cienfuegos, por señalar uno solo de la revolución castro comunista. Se accidentó su avión o lo accidentaron. ¿Pasará lo mismo con Robert Serra?
Solo nos resta desearle paz a su alma, a él y a los cientos de miles asesinados en tiempos de revolución. Y que Dios nos proteja.
Paraninfo – Misterios de la revolución
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