De media ya no tiene ni la que va en el zapato que de paso, ya no ayuda ni a dar el paso por lo deteriorado que está. Mal mirada por los ideólogos chavistas que justificaron su arrinconamiento, los sectores populares que la acusan de burguesa y por la nueva burguesía, que mira para otro lado, no sea que le solicite un préstamo o reconozca a sus ex-encapuchados. Me refiero a la deshilachada clase media, esa misma que en otros países sirve de soporte con su actividad económica e intelectual a cambios, discusiones, información y conocimiento de las sociedades que les han dado lugar. Y a tejemanejes también.
Sujeto de estudios de tesis sociológicas hace treinta años (¡Dios mío!), la clase media empezó a desaparecer como quien no quiere la cosa, con la dignidad de las casas viejas que conservan su esplendor en medio del matorral y un día cualquiera amanecen sin rejas ni puertas y otro, desaparecen aunque sigan estando ahí, sin ser vistas, con su tapia, sus patios y cuartos de grandes techos, perdiendo día a día su esencia de casa. Pobrísima, sin Misiones ni Mercal, con una dignidad a prueba de balazos, la clase media se ha hecho experta en estirar y acomodar el presupuesto, aguantando el rechazo de quienes en su ignorancia las creen enemigas del progreso intelectual y material.
Aprendió a entender las diferencias a veces profundas entre sus integrantes, separados por ideas, concepciones de la vida y prejuicios. Estaba preparada para entender los cambios a partir de su propia esencia lo que explica su sobrevivencia. Hace años, nadie arreglaba carteras, pintaba o forraba zapatos, volteaba camisas o bolsos, cortaba y cosía como la viudita de la canción. Hoy lo hace mientras cree en la calidad educativa y manda a sus hijos a estudiar con disciplina de monja.
Nos olvidamos que la clase media creció al calor de la democracia y sirvió de pasto a la discutidera universitaria sobre sus características en Venezuela Se hablaba de los estudios universitarios como vía de ascenso social y de gustos bizarros que incluían Disney Word, alfombras peludas con tinajeros de barro y helechos plásticos y su culto a las marcas. Divertida, alternaba en su seno los más disímiles personajes: lectores de Borges y de Agatha Cristhie; amantes de cualquier tipo de música y de poesía; universitarios o no, convivían comunistas, adecos y copeyanos en alegrías y tristezas.
Pues sí. Hoy se parece a una casa vieja, pero en pie. A pesar del intento de crear un Estado Comunal -de comunas de papel- para subsumir todas las instancias de gobernaciones, alcaldías y Juntas parroquiales, sobrevive, porque históricamente tiene arraigo en la economía, la sociedad y la cultura. La repartición de la renta petrolera como si fuera una piñata y no como inversión justa para el país de todos, cambió patrones de laboriosidad y acentuó populismo y corrupción y se requerirá de su aporte en el fortalecimiento institucional y la participación ciudadana efectiva e igualitaria.
Las voces de Penélope – De sobrevivientes
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