Uno de los más graves problemas que tenemos como sociedad actualmente, es la fractura profunda que se ha abierto entre la praxis y retórica de quienes nos gobiernan, y la realidad que viven los venezolanos.
Tal estado de disociación, para emplear términos de la psicología, nos plantea la presencia de un gobierno que se esfuerza cada vez más por ignorar, desconocer, los problemas y necesidades más sentidas del país, y por el otro lado, a sectores sociales unidos en el cansancio ante la confrontación, el deterioro de la vida, y el blindaje del poder ante cualquier intento de reforma o cambio.
El trágico absurdo, la burda ignorancia, y el cinismo en efervescencia, pueblan cada palabra del Ejecutivo. Ante la natural angustia y preocupación por la situación generada debido al incremento de casos de chikungunya, o denuncias sobre fallecimientos cuyas causas no se explican, a tono con el hermetismo y opacidad informativa oficial, la respuesta del Presidente es denunciar un ataque, una guerra bacteriológica de la oposición. Habla de refundar la ONU, desprecia su rol o papel, pero anuncia un donativo de millones de dólares en dicho foro, para la investigación sobre el ébola, mientras muchos de nuestros hospitales carecen de insumos y equipos, y miles de enfermos crónicos parecen condenados a muerte ante la escasez de medicinas e insumos para tratarse, gracias a la decisión gubernamental de no entregar dólares, ni cancelar deudas en divisas, y la delincuencia amenaza hasta al personal médico que hace magia para trabajar, en condiciones adversas y difíciles.
Alguno soltará una risa burlesca ante tal cúmulo de idiotez, pero el tono trágico se impone, ante la reiteración de estos anuncios y decisiones.
Una certeza se cierne sobre la boliburguesía al mando: Su tiempo pasó. Esta mal llamada revolución, despilfarró la mayor bonanza petrolera de nuestra historia, alentó mafias con sus controles y prohibiciones, quebró empresas, y aún aspira a quedarse para siempre en el ejercicio del poder.
Entre gritos, acusaciones inverosímiles, espejismos de amenazantes conspiraciones a diestra y siniestra, presenciamos la inercia de un gobierno que ya no puede ofrecer nada al país, y que solo se mantiene por el secuestro de los poderes, la complicidad de élites militares, y el pasivo conformismo de un país adormecido en medio de una noche autoritaria. Ante nosotros siguen emergiendo dos países, uno que cree en el trabajo, en el conocimiento y el esfuerzo como vías para la superación y el progreso, y otro que aspira a controlar todos los espacios y resquicios para aumentar la dependencia clientelar sobre sectores excluidos y marginados. Un abismo los separa. Ojalá no sea demasiado tarde para que empecemos a acercarlos…
@alexeiguerra
