El Gobierno de Venezuela apuesta al desarme voluntario de la población en medio de críticas por la apuesta a un método considerado “ingenuo” en uno de los países más violentos del mundo.
Para salvar la vida de su hija, Nelson Guía, entregó el arma que por 16 años mantuvo en su poder. Cambió su pistola por un tratamiento médico. Vivir en una peligrosa barriada gobernada por la delincuencia, al Este de Caracas, lo impulsó a tomar la decisión.
Pero el caso de Nelson no es el común denominador, aseguran expertos. Señalan que los antisociales no entregan las armas voluntariamente, mucho menos en un país signado por una tasa de 70 homicidios por cada cien mil habitantes, según cifras del Observatorio Venezolano de Violencia.
Por su parte, el Ministro Miguel Rodríguez Torres, asegura tener fe, que «este es el camino para la paz en el país», una fe que para el abogado criminólogo Luís Izquiel no es posible frente a una administración que actúa con doble moral.
En todo caso, 72 centros fueron instalados a escala nacional para la recepción de armas de fuego. Un gobierno que apuesta a los incentivos tecnológicos y académicos para contener una violencia que sólo en 2013 dejo casi 25 mil víctimas fatales de acuerdo con la ONG Observatorio Venezolano de Violencia.
