No se trata, como pudiese sugerir el título, de la quiebra de la denominada academia, esa entidad que en la época medievales agrupó al gremio de los maestros y sus discípulos, persiguiendo al conocimiento y que luego sería representativa de las ciencias, vinculándoseles luego con la universidad. Ni tampoco de la situación crónica de déficit presupuestario que año tras año, se anuncia.
Más bien, nos referimos a las distintas visiones que acerca de la posible quiebra del país, como consecuencia de las dificultades para cancelar sus obligaciones de deuda pactadas con organismos internacionales, aparecen en el firmamento noticioso nacional e internacional. Es decir, lo que en la jerga inglesa que invade el léxico económico traduce “default” por no cancelación de la deuda externa.
«Vamos a pagar la deuda que se vence en las próximas semanas, tenemos la fortaleza y la capacidad para seguir cumpliendo plenamente con nuestros compromisos internacionales este año». Esta declaración del presidente Nicolás Maduro, en días pasados, constituye una réplica similar a la que cada mandatario, en esta materia y durante varios períodos presidenciales ha expresado, convirtiéndose en una política consistente del Estado venezolano, al momento de honrar sus compromisos internacionales.
Dos economistas, reconocidos como académicos, tanto en Harvard como en el IESA, y otras casas de estudio, abordaron el tema en medios informativos poniendo en entredicho la posibilidad de pago y, de paso, situando sus críticas en el ámbito de la responsabilidad moral, muy propia de la economía clásica. Casi al unísono, plantearon: «El hecho de que esta Administración haya escogido fallarle a 30 millones de venezolanos, en vez de a Wall Street, no es una señal de su rectitud moral, sino de su bancarrota moral».
A las puertas del último trimestre, los pronósticos financieros y económicos para el próximo año, se entrelazarán inexorable y persistentemente con las elecciones para la renovación de la Asamblea Nacional. Si el año pasado, por ejemplo, leímos acerca de “una caída de las reservas líquidas a 1.398 millones de dólares que alcanzan sólo para un mes de importaciones”. O también: “en el 2014 Venezuela se acerca a una quiebra financiera o a un terremoto financiero”. Lo que sigue, no tiene porque ser diferente cuando el propio presidente, semanas atrás, en su programa semanal de radio y televisión, reconoció que su gobierno enfrentaba “dificultades económicas severas”.
Otros dos economistas, académicos, también venezolanos, uno ligado al Bank of América y otro a Datanálisis, igualmente en medios periodísticos sostienen criterios totalmente opuestos, con las “sutilezas” y apreciaciones relativas: “Se va a cumplir con las obligaciones financieras.”“No hay razones para pensar que el país esté totalmente quebrado y no tenga alternativas”, afirmaron. Cada quien por su lado. ¿Quién tendrá razón? ¿Dónde está el default?