Pequeños espacios teatrales, con un centenar de butacas y rudimentarias escenografías, se han convertido en escenario de actores venezolanos antaño protagonistas de telenovela, género en vías de extinción tras la desaparición de cadenas privadas transformadas en canales gubernamentales.
«Como diría el Chapulín colorado, ‘no contaban con nuestra astucia’. Nos cerraron televisoras y teatros, pero hemos construido nuestros espacios en una antigua tienda de discos, en una sala de bingo, hasta en terrazas con sillas de plástico», dice la experimentada actriz Rosario Prieto al resumir la evolución reciente del teatro venezolano.
La llegada de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela (1999-2013) para impulsar el socialismo del siglo XXI sacudió particularmente al espectro televisivo, que durante el breve golpe de abril de 2002 se transformó en trinchera apoyando a los golpistas, y la próspera industria de la telenovela se vino a pique.
La mayor cadena, RCTV, que llegó a competir tímidamente con la gigante mexicana Televisa en exportación de culebrones, fue escuela de actores que soñaban con éxito y fama.
«En RCTV grabábamos cuatro o cinco novelas simultáneas, salía una y entraba otra. Había cabida para artistas experimentados y nuevos talentos», recuerda Prieto, con más de 50 años de carrera y que llegó a RCTV siendo adolescente.
En 2007 se venció la concesión de RCTV y Chávez rechazó renovarla para convertirlo en canal público. Ahora, de la veintena de emisoras de televisión abierta casi la mitad son estatales.
«El gobierno se ha quedado con la mayoría de los canales. De los pocos privados que quedan, o compran telenovelas porque es más barato o hacen un par al año con actores nuevos para que salga barato», comenta la también actriz Mayra Africano, con 27 años de trayectoria.
El mundo teatral rehúye además la censura gubernamental, sostienen ambas actrices, y la mayoría de actores, guionistas, productores y directores prefieren montar comedias ligeras.
«Ya cerraron televisoras, estaciones de radio. Queremos evitar que el gobierno se meta en el teatro», explica Africano.
En Venezuela, de gran tradición teatral, el chavismo ha lanzado iniciativas para apoyar expresiones artísticas, como un movimiento de teatro juvenil que recién cumple un año, en el que sin embargo no participan actores de circuitos privados.
«Ha habido algunos actores y actrices que han estado en campos de derecha y los han inoculado con intolerancia, y nos ven raro, como bichos, como malandros (criminales)», dijo Maduro días atrás.
Glamour perdido y éxodo
Los actores de la pantalla chica desempleados encontraron también que los mayores espacios teatrales pasaron a control gubernamental, de ahí que han surgido espacios alternativos con no más de 150 butacas, algunos improvisados con sillas de plástico y carteleras que presentan obras distintas una tras otra.
«Terminas la obra y en media hora tienes que desmontar una escenografía, que a veces son unos cuantos muebles, para que monten la que sigue», explica Prieto.
Actuación comercial en Venezuela tampoco significa jugosos contratos o glamour. «La televisión te da más proyección, una telenovela dura meses, te garantiza un salario. En teatro se gana por taquilla, te puede ir bien un fin de semana pero el otro estás rezando para que haya lleno. Hay actores que se quedan meses sin trabajar», comenta Prieto.
Tulio Tovar, actor de 28 años que creó una productora con unas 150 personas, está en la misma tónica de hacer cuentas para que un proyecto sea rentable.
«Nos autofinanciamos. Cuando montamos una obra, estimamos un costo de producción pero al final cuesta más, casi el doble, a veces recuperamos, otras no», explicá Tovar al referirse a la inflación superior a 60% anualizada.
La inseguridad que golpea a Venezuela –segundo país del mundo con más homicidios según la ONU– se resiente en el mundo del teatro, tanto entre el auditorio, que evita las últimas funciones, como entre actores.
Prieto dejó días atrás una obra que concluye a medianoche debido al estrés de conducir a su casa y Africano, en situación similar, analiza sumarse a las oleadas de venezolanos de todas las profesiones que han emigrado.
«Uno tiene que preguntarse ‘¿por qué me quiero ir de mi país?’. No me gustaría tener que empezar de cero, pero ahora pienso seriamente en irme aunque no trabaje en mi área, porque quiero vivir sin miedo a la inseguridad y que el dinero me alcance», señala Africano.
Tovar evoca a numerosos amigos actores que están en Bogotá o Miami. «No me voy, aún, porque no quiero romper los sueños del equipo de producción que he conformado», dice.