Las fronteras son el límite hasta dónde puede llegar el derecho a avanzar de los ciudadanos de cuaquier país. Por cierto, son motivos de constantes conflictos bélicos de nación contra nación, a lo largo de toda la historia de la humanidad. En el pasado, Alejandro Magno cambió por completo la faz del mundo con su gesta conquistadora. Primero, dominó toda Grecia, se dirigió hacia Persia y conquistó su Imperio. Fue recibido en Egipto como gran libertador y avanzó hacia el norte de África. Se le rindió Babilonia y Persépolis. Conquistó Agfanistán, Beluchistán y el resto de Asia Central. Para el año 326 A. de C. estaba cruzando el rio Indo, invadió la ciudad de Punjab (India) y hasta allí llegó. Su reino conquistado por la espada, delimitó una estricta frontera.
Con todo su poderío Alejandro Magno no pudo pasar de allí. La ambición del hombre poder avasallar a los demás e imponer su poderío, siempre tendrá sus límites. En cambio, el Reino de nuestro Señor Jesucristo no conoce fronteras. Es el más poderoso conquistador de toda la historia, del universo y de la humanidad. Traspasa toda frontera racial, étnica, sexual, social, política, económica y cultural. Por cuanto no hace acepción de personas. Y si, su arma también es la Espada. “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” Heb.4:12. Pero su estrategia suprema, permanente y segura es el amor.
Cuando a Alejandro Magno se le preguntó cómo había podido en tan poco tiempo conquistar tan vastas regiones y ganar un nombre tan grande, contestó: “Usé tan bien a mis enemigos que los obligué a ser mis amigos con una consideración tan constante que están unidos para siempre a mí”. Pero, nuestro Señor Jesucristo ya había establecido desde la eternidad el principio fundamental de su conquista. “Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber… No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.
”Rom.12:20,21. “Vengarse no es una señal de fortaleza sino de debilidad. El que permite que su genio se agite y queden a un lado sus principios cristianos de amor y dominio propio, sufre una derrota. Pero la persona que domina el deseo de vengarse y convierte un mal que ha recibido en una oportunidad de mostrar bondad, gana una victoria sobre sí misma y sobre los poderes del mal” Diccionario Bíblico Adventista.
Hoy y siempre es y ha sido imprescindible, reconocer a nuestro Señor Jesucristo como nuestro conquistador y Salvador personal. Y por supuesto, anhelar irnos con él para siempre a su Reino eterno sin fronteras. Pero, “Es imposible que el Espíritu Santo descienda sobre usted, a menos que sienta la necesidad de recibirlo con un anhelo más intenso del que ahora tiene. Sepa que ya estamos viviendo en las fronteras del mundo eterno y, en consecuencia, Cristo vendrá pronto” Libro Recibiréis Poder. Elena de White. ¿Amén? ¡Hasta el próximo martes Dios mediante.
William Amaro Gutiérrez
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Reflexión – Sin fronteras
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