En la batalla por mantener un peso saludable tan importante es lo que se come y cuánto se come como el cuándo. Nuestro ritmo circadiano, marcado por los ciclos de luz y oscuridad, «Ante un mismo alimento, la capacidad de metabolizarlo será diferente según el tipo de hormonas activas en ese momento.
Por ejemplo, por la mañana tenemos mucha capacidad de metabolizar los azúcares porque la insulina funciona decine, mientras que por la noche, baja la insulina y sube la melatonina, y hay una mayor intolerancia a la glucosa», explica a ABC la doctoraMarta Garaulet, catedrática de Fisiología y Nutrición de la Universidad de Murcia y profesora visitante en la Universidad de Harvard (EE.UU.).
Garaulet es autora además de un estudio publicado en 2013 en la revista «International Journal of Obesity», que reveló que comer antes de las 3 de la tarde ayuda a perder más peso que hacerlo después.
Para llegar a estas conclusiones, estudiaron a 420 personas, 210 hombres y 210 mujeres, con sobrepeso, que siguieron una dieta hipocalórica de 1.400 calorías, durante 20 semanas, para perder peso. Los participantes fueron divididos en dos grupos: los que almorzaban antes de las tres y los que lo hacían después de esa hora. Todos ingirieron igual cantidad calorías, mantuvieron la misma actividad y durmieron las mismas horas.
Durante las seis primeras semanas perdieron el mismo peso, pero a partir de la sexta semana la diferencia se hizo clara. Los que comieron antes de las tres de la tarde perdieron de media 12 kilos en 20 semanas, mientras que los que lo hacían más tarde bajaron 8 kilos. Los miembros de este segundo grupo también presentaron una mayor resistencia a la insulina, un factor de riesgo para la diabetes y la obesidad. «Comer a deshora hace que tu reloj interno no funcione bien y la eficacia metabólica para perder peso sea menor», asegura la doctora Garaulet.
No es el único estudio que ha abierto la puerta a plantearse que hay otros factores que hacen que las calorías sean más o menos eficaces a la hora de transformarse en grasa corporal. En 2009, el investigador Fred Turek, director del «Center for Sleep & Circadian Biology» de la Universidad de Northwestern (EE.UU.), publicó un estudio en la revista «Obesity» que demostraba que ir en contra del reloj biológico interno favorece la obesidad.
La investigación se llevó a cabo con ratones a los que se administró una dieta hipergrasa con la misma cantidad de calorías y gasto energético. A la mitad del grupo se le permitía comer de día y a la otra mitad durante la noche, que es cuando estos roedores están más activos. La conclusión es que el grupo de ratones que comía por la mañana (el equivalente a los humanos que comen de noche) engordó más que los ratones que comían de noche, de acuerdo con sus ritmos circadianos.
Más calorías en el desayuno
Para comprobar si el momento del día en que se ingieren los alimentos y su composición afectaba a la pérdida de peso, investigadores de la Universidad de Tel Aviv reclutaron a 193 adultos obesos no diabéticos a los que se dividió en dos grupos con idéntica ingesta de calorías, 1.600 al día para los hombres y 1.400 para las mujeres. Sin embargo, al primer grupo le suministraron una dieta baja en carbohidratos, con un pequeño desayuno de 300 calorías; mientras que al segundo se le proporcionó un desayuno de 600 calorías rico en proteínas y carbohidratos, que siempre incluía un dulce.
Como pasaba en la investigación de la doctora Garaulet, durante las primeras semanas, los participantes de ambos grupos perdieron el mismo peso, pero después la diferencia se hizo notable. Al final del estudio, 32 semanas después, aquellos que tomaron el desayuno de 600 calorías habían perdido de media 18 kilos más que sus compañeros. «La primera comida del día aporta energía para las tareas de la jornada, ayuda al funcionamiento del cerebro, y pone en marcha el metabolismo del cuerpo, que es crucial para perder peso y mantenerse», advierte Daniela Jakubowicz, profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad de Tel Aviv, que añade: «El desayuno es la comida que regula con más éxito la grelina, la hormona que controla el apetito».
La clave, según las conclusiones de este estudio, publicado en 2012 en la revista «Steroids», está en complacer al cuerpo por la mañana, cuando el metabolismo está más activo y tenemos más tiempo para quemar las calorías durante el día. Los investigadores creen que añadir el dulce al desayuno evita que tengamos otros «antojos» el resto del día.
«Las dietas que prohíben dulces y carbohidratos son efectivas al principio, pero a menudo los que las siguen terminan saltándosela porque empiezan a sentir síntomas de abstinencia, y acaban recuperando gran parte del peso perdido», avisa la autora de la investigación.
Comer temprano no da carta blanca para hacerlo sin control. Si quieres adelgazar, el cuerpo tiene que quemar más calorías de las que ingiere, ya sea comiendo menos o aumentando la actividad física. No hay más misterio. A partir de ahí, si dentro de una dieta equilibrada y conhorarios racionales, de forma eventual tenemos el antojo de comernosun pastelito, mejor que sea por la mañana.