Se dice que el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones, y quizás un periodista y ex embajador, hermano de un ministro, lo sugiere con espíritu positivo pero parece un tremendo error buscar el éxito de un régimen como el actual argumentando que si fracasa «pudiéramos vivir situaciones no sólo peores sino que nos pueden hacer mucho daño».
El fracaso del régimen es ya un hecho incontrovertible. El grueso del daño se sembró durante quince años y algunas de sus raíces son aún más antiguas. Lo que viene ahora son consecuencias inevitables y lo peor aún está por venir.
¿Debe la sociedad arrimarle el hombro a los grandes culpables para disimilar o amortiguar errores que se empeñan en seguir cometiendo? Eso sería volver a distraer y confundir a la población inocente -no sólo en identificar los verdaderos responsables del desastre, sino que apuntalaría teorías que en toda la historia- y ahora de nuevo en Venezuela han sido fallidas y fraudulentas.
Compartir responsabilidades -a estas alturas- con quienes aún se empeñan en profundizar las causas de la tragedia actual es hacerse cómplice de barbaridades que en modo alguno son atribuibles a a quienes llevan lustros señalando el cúmulo de locuras.
La Santa Iglesia católica, apostólica y romana, encabezada por su comprensivo Papa Francisco, siempre conciliadora, postula el perdón de los pecados como punto fundamental de su doctrina. Eso es cierto, pero es igualmente verdad que exige que ese perdón pase por el arrepentimiento, la confesión y una genuina contrición.
Nada de eso está presente en el actual régimen; al contrario, con arrogante empecinamiento y prepotencia reafirma con obstinación su «proyecto» suicida aún al borde del más profundo de los abismos. Peor, se empeña en culpar a otros – y en especial a quienes desde un comienzo han señalado el camino errado – del colosal descalabro que apenas comienza a enseñar sus síntomas.
Ya lo que viene no tiene remedio, y poner parches tratando de evitar el fracaso de un destructivo modelo populista resultaría catastrófico a la hora de emprender un «borrón y cuenta nueva», para relanzar una sociedad más equitativa, madura y racional. Sería repetir el caso de aquella «sociedad de cómplices» que tanto daño ha hecho durante las distintas etapas de la historia venezolana.
Frente al empecinamiento, la mentira y la descalificación, lo mejor que puede hacer la sociedad es dejar que el mamarracho se desmorone por completo. Y que el vendaval que se avecina se lo calen completico los mismos que abrieron la caja de Pandora.
Que se la calen completa
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