El panorama venezolano es realmente desolador, los instintos básicos dominan con saña y brutalidad el escenario de nuestra vida cotidiana. El desabastecimiento de comida y medicinas nos ha colocado a nivel de batallas personales donde la violencia física por una bolsa de leche o un litro de aceite nos ha convertido en fieras salvajes. El odio condujo a unos compatriotas a decapitar la imagen de una Virgen, la lucha por la subsistencia nos empuja a confrontaciones donde la calidad de ciudadanos se pierde para dar paso a la depredación animal donde triunfa el más fuerte.
La delincuencia ya no es solamente el despojo de bienes para obtener recursos materiales inmerecidos, el crimen es ahora un ejercicio de Poder, nos matan en mitad de la calle o en nuestros hogares para enviarnos un mensaje claro sobre quienes mandan en el país.
En verdad el cuadro de nuestra realidad es deprimente y por ello más de un millón y medio de venezolanos jóvenes, en su mayoría con educación universitaria ha decidido emigrar a otros países. Venezuela pareciera deslizarse aceleradamente por una pendiente infernal de degradación civilizatoria.
Pero todo esto es solamente la expresión externa de una guerra moral que se está dando en nuestro país entre el Bien y el Mal Una guerra donde aparentemente las fuerzas de la obscuridad parecen dominar todos los escenarios vitales sin que aparentemente nada pueda hacer la gente decente y trabajadora para sacudirse el yugo de la opresión maligna.
No obstante desde el fondo del alma nacional se está organizando un ejército de buena voluntad que más pronto que tarde impondrá la justicia divina sobre la maldad reinante. Es posible que muchos, una gran mayoría, no perciban el ascenso de los ejércitos de salvación porque están hundidos en la desesperanza o son víctimas del Síndrome de Estocolmo, pero lo cierto es que los signos del resurgimiento del Bien sobre el Mal son notorios, más allá de las cifras inexorables de las encuestas, los vemos en la solidaridad y los buenos ejemplos de familiares, amigos ,vecinos y relacionados, quienes de muchas maneras se elevan sobre los signos trágicos para rodearnos de seguridad grupal y renovar nuestra fe en el ser humano como pináculo de la vida cósmica.
Estamos ganando la guerra contra el mal, es posible que los indicios no sean lo suficiente fuertes para generar la chispa de un optimismo colectivo, pero si uno agudiza la visión espiritual sobre los entornos puede percibir con nitidez como los caminos de la esperanza se están abriendo ante nosotros.