Dobló una campana y la nación observó un minuto de silencio el jueves al iniciar las ceremonias del 13er aniversario de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.
Stephen Albert, cuyo padre, Jon, murió en los ataques, inició la lectura de los nombres de casi 3.000 muertos en Nueva York, el Pentágono y cerca de Shanksville, Pennsylvania. Dijo que era un padre y esposo amante y un colega respetado.
«Se le echará de menos», dijo.
La triste letanía se detendría en cuatro ocasiones: a la hora en la que el primer avión golpeó el World Trade Center, cuando impactó el segundo avión, cuando cayó la primera de las Torre Gemelas, y después cuando cayó la segunda.
Thelma Stuart, esposa del agente policial Walwyn Wellington Stuart, de 28 años, pidió que la nación rece por sus gobernantes, «para que Dios les dé sabiduría, conocimiento y comprensión y los guíe hacia adelante».
Son pocos los cambios en la ceremonia anual en la zona cero. Pero el entorno ha cambiado mucho.
Por primera vez, el Museo Nacional 11 de Septiembre —que incluye objetos estremecedores e imágenes gráficas de los atentados— estará abierto para el aniversario. Las vallas en torno a la plaza de recuerdo se han quitado, integrando el venerado lugar con las calles de Manhattan y abriéndolo al público y a los turistas armados de cámaras.
Hay un nuevo alcalde en el cargo, Bill de Blasio, mucho menos vinculado con los ataques y sus consecuencias que sus predecesores. Y por fin, el casi terminado One World Trade Center se eleva 1.776 pies (541 metros) sobre la zona cero y estará lleno de oficinistas para estas fechas en 2015, otro indicio de que la ciudad podría estar volviendo una página de su historia.
Para algunos de los que perdieron seres queridos en los ataques, la creciente sensación de que la zona vuelve a la normalidad amenaza con ensombrecer la tragedia que se produjo allí, e interferir con su pena.
«En lugar de un lugar tranquilo de reflexión, es un sitio donde corretean niños», dijo Nancy Nee, cuyo hermano bombero, George Cain, murió en los ataques. «Algunas personas olvidan que esto es un cementerio. Yo nunca iría al museo del Holocausto y me haría una foto».
Para otros, los cambios son una parte importante del proceso de curación.
«La primera vez que vi (el One World Trade Center), de verdad alegró mi corazón», dijo Debra Burlingame, que perdió a su hermano Charles, piloto del avión que se estrelló contra el Pentágono. «Quiero verlo rebosante (…) quiero ver más casas ahí abajo, quiero verlo vivo y lleno de negocios».
«El monumento y el museo son extremadamente importantes para los afectados por el 11S», comentó Mary Fetchet, que perdió a su hijo en los ataques. «Y en torno a ese monumento, el bajo Manhattan se ha revitalizado».