Mucho se habla sobre la nutrición infantil y mucho de lo que se habla se trata de poner en práctica. La idea es romper esquemas predeterminados y asumir una posición responsable en torno a este importante tema, no caer en publicidades engañosas y no cometer los mismos errores del ayer. Se trata, poco a poco, de acercarnos a una alimentación saludable en base a nuestras propias experiencias
Por estos días la nutrición balanceada está tomando un papel protagónico en charlas cotidianas y todo ello viene como consecuencia de una evolución de la consciencia colectiva, la pregunta invariable seria cómo incluir estos hábitos saludables en el vocabulario habitual de los más pequeños del hogar. Entonces, surge la diatriba que siempre se pone sobre la mesa al momento de comer: ¿Qué es lo verdaderamente saludable?, allí cabría empezar a desmitificar ciertos patrones que lejos de ser beneficiosos para la salud han sido malentendidos durante muchos años.
Algunos ejemplos que deben ponerse sobre la mesa al momento de debatir este tema son las cantidades de azúcar que consume un niño en formación. Habría que destacar en este punto en particular que los jugos de caja y los cereales de caja tan populares (y en colores llamativos) son una fuente innecesaria de “extra azúcar”. Entonces aquí se debería considerar incluir cereales en su versión natural. La idea es que la alimentación de los pequeños no se limite a las preferencias de los padres, ya que ellos podrían incluso disfrutar sabores diferentes y mas nutritivos. Considerar en gran medida el menú de los chicos a partir de los seis años debería ser la premisa, ya que es en la edad comprendida entre los seis y 12 años donde forman su sistema de hábitos alimenticios.
Por ello, incluir tres o cuatro porciones de vegetales al día, variando la diversidad de los colores, sabores y aderezos puede servir para descubrir cuáles prefiere el niño. En cuestión de azucares siempre deben prevalecer los de origen orgánico: para endulzar la miel local (producida de manera orgánica) siempre será una mejor opción que la tradicional azúcar blanca. Los niños necesitan entre 1800 y 2000 calorías diarias, sin embargo, para lograr una alimentación balanceada cerca del 90% de estas calorías deberían ser procedentes de alimentos naturales, es decir, nada que provenga de envases, cajas o bolsas (ya que generalmente estos son los procesados).
Las raciones que se recomiendan dependen de la complexión y el gasto calórico de cada pequeño. Entre seis y nueve (porciones) de cereales y pan. Entre tres y cuatro raciones de verduras. De dos a tres raciones de frutas, igualmente de lácteos y de 150 a 180 gramos de proteína animal al día. Estas cantidades implicarían una nutrición recomendada, sin embargo, adaptarlo a las costumbres y patrones propios que va adquiriendo el niño al formar su personalidad, es la norma. Ya que usualmente el organismo tiende a “pedir” lo que necesita.
Así pues, valdría la pena evaluar los hábitos propios y, por medio del ejemplo, instaurar rutinas que ayuden a los niños a mantener una relación sana con la comida. No hacerlo restrictivo sino mas bien participativo. Que intervengan en la elección del mercado y en el proceso de cocinar para llevarlos de esta manera a desarrollar hábitos saludables y que, ciertamente, rompan paradigmas que se relacionan a la publicidad engañosa y desconocimiento del organismo.
