Manto de la Virgen y tristeza del bien ajeno

En el convulsivo ambiente de estos días, con ánimo despierto, se tejen opiniones de diversa índole, emitidas por personas, que quieren sentar su parecer sobre la inminente construcción del Manto de la Virgen, obra sagrada de excepcional importancia, para la ciudad y el espacio polarizado en la región, auspiciada con ahínco por el espíritu comprensivo de magistrados católicos, como página de gloria nacional de la Iglesia, del terruño y del férvido testimonio del amor filial del pueblo larense.
Es que no se concibe discutir, la buena disposición, de erigir en sitio especial, edificios sagrados, para albergar en ellos, con buen gusto arquitectónico y excelsa devoción, el culto permanente que merece la Divinidad.
Entre las observaciones que se hilvanan con mayor insistencia de cuentan las causas notorias de la variable económica del alto costo de la obra, insistiéndose, como prioridad, dar primero satisfacción a las cosas necesarias y elementales para una vida humana digna, que contrastan con un templo suntuoso y un monumental edificio. Sin embargo, ha de tenerse presente, la causa ordinaria de la pobreza de los pueblos, radica más en la injusta distribución del ingreso per cápita y en el egoísmo y dureza da los corazones. Sin omitir que este edificio sagrado, será Cátedra permanente que no se cesará en predicar la verdad, defender la justicia y reclamar la caridad “no fingida”. Una sociedad donde haya pocos que tengan demasiado y menos que carezcan de todo.
Es hecho cierto, que el territorio larense está enclavado en la Falla de Boconó. Esta naturaleza sísmica es analizada y atenuada por obra del estudio y de la investigación, para evitar sus efectos devastadores. También nos protege de estos graves movimientos telúricos, la custodiay ayuda divina de la virgen zagala, que cuida de su pueblo. Basta pensar, que cuando arreció el sismo del 12 marzo de 1.812, nuestra guía espiritual se mantuvo firme en su alcázar y su bondad y su misericordia abatió la tormenta. Este maternal milagro reaparecerá para apaciguar la desolación, la calamidad y el infortunio.
Ante el socorrido pendón que agitan espíritus apocados, movidos por impaciencias mercuriales y que no cesan en pregonar: tanto dinero invertido y apremiantes necesidades de los pobres sin atender, es bueno recordarles, el pasaje bíblico del convite del Divino Maestro, en la casa de Simón el leproso. María de Betania, se presentó con un vaso de alabastro pleno de exquisito perfume y lo vertió sobre la cascada cabellera de Jesús y la aderezó con esencias que al notarlo el Iscariote, hizo comentario murmurador, que rechazó el Divino Maestro, con esta inapelable reflexión: “Esta (María de Betania) ha hecho una obra buena. Pobres no faltarán entre vosotros y cuando queráis, podréis auxiliaros. A mí en cambio, no me tendréis siempre. En verdad os digo: que donde quiera que se predique el evangelio, lo que ésta ha hecho hoy, será contado para gloria suya”. Sube de punto esta respuesta divina, pues ejecutar obras grandes y costosas, proponiéndose como fin, no la ventaja privada de la persona, sino en plural homenaje a María Virgen y Madre, da lugar a una virtud especial, que Santo Tomás de Aquino llama la magnificencia.
Adorna esta virtud a quienes tuvieron la admirable idea de elevar este santuario a la Divina Pastora: el excelentísimo Arzobispo, Monseñor Antonio López Castillo, un obispo, realmente escogido por Dios y quien sin cesar, eleva las súplicas del pueblo al trono del Altísimo. El Gobernador Henry Falcón, mandatario que entiende bien las responsabilidades del cargo y el digno Alcalde de Barquisimeto Alfredo Ramos, espíritu y voluntad, al servicio de la comunidad. Lo demás, es el futuro, que está en las manos de Dios. Por cierto, en las mejores manos. En última instancia, el homenaje a María Santísima, bajo la advocación de Divina Pastora, es límpida expresión noble, pura y elevada del amor filial larense. Respecto a la obra emprendida, por ser hija de una virtud, caerán sobre ella, la aprobación y la bendición divinas.