Sobre la película Libertador de Alberto Arvelo, pueden hacerse dos lecturas, una desde la perspectiva cinematográfica, y otra desde el ámbito histórico y cultural.
Desde el plano de la estética cinematográfica y de los propios engranajes del mercadeo fílmico, Libertador es una superproducción épica sobre episodios de la vida de Simón Bolívar, cuya puesta en escena, fotografía, planos, secuencias, paisajes, locaciones, dirección de arte, edición, efectos especiales, vestuario y ambientación histórica, reúne los requisitos esenciales para causar un impacto positivo en el público-espectador. La presencia del compatriota Edgar Ramírez, el más global, mediático y exitoso actor de cine del momento, junto a un elenco internacional, le añaden vistosidad al largometraje.
Ahora bien, en el territorio de lo histórico, que debería ser en teoría el fundamental, el más esencial o trascendente, las cosas cambian notablemente. Ya conocidos estudiosos de la disciplina histórica como Elías Pino, Tomás Straka e Inés Quintero han comentado en tono crítico y con la rigurosa argumentación del caso, la preocupante distancia, divorcio, distanciamiento de dicha película con lo que las fuentes históricas y documentales han aportado sobre la vida y obra del venezolano más universal.
La propia Quintero, criticando la visión de Bolívar no como ser humano sino como mito, reflejada en el filme, ha expresado: “La historia, los datos, la realidad, son accesorios inútiles e irrelevantes para la construcción y fortalecimiento del mito. El culto al héroe se mantiene vivo, intacto, reforzado y actualizado con los controversiales ingredientes que nutren el debate actual respecto a Simón Bolívar y también de manera muy sensible por el uso político de la historia, una discusión que, además de insoslayable,pertinente y necesaria, trasciende con creces la polémica que ha suscitado el relato mítico y complaciente que ofrece Libertador. (Prodavinci, 4-8-14)
Por ello Libertador, como película, encaja en los parámetros de un “biopic” de alta factura y fascinante envoltorio estético y audiovisual. Pero como visión de la historia de Venezuela, y de uno de sus actores fundamentales pero que estuvo acompañado de otros venezolanos y de múltiples matices, Libertador no es ni rigurosa, ni es fiel a lo que los estudiosos de la historia han dado por sentado.
En tal sentido y en paralelo con el proceso de vaciamiento, apropiación, manipulación y conversión en fetiche de la figura de Bolívar, secuestrado “trademark” de una compleja mezcla de egolatría, fanatismo y militarismo demagógico adelantado por la “revolución”, la película de Arvelo aterriza en las aguas de la ficción y licencia artística para ofrecer una lecturacomplaciente de un Bolívar deificado, heroico y solo ante las adversidades y traiciones. Dicha lectura, sin proponérselo y quizá con fines estético-argumentales, contribuye a alimentar el culto a Bolívar, y a profundizar paradójicamente el desconocimiento de nuestra historia. Sin duda, una visión del Libertador como espectáculo.
@alexeiguerra