Para recordar: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos” (Mateo 19:14).
Ser padres, tutores, maestros, o responsables de algún niño, no es nada fácil. Desde que nacemos y crecemos, nos sometemos a diferentes peligros en cualquier sitio donde nos encontremos. Por ello, nunca sobre abunda decir: ¡Cuidado con los niños! Nos referimos tanto al neonato, como al adolescente.
Al momento de una emergencia, lo primero que pensamos en un hospital o una clínica, para que los médicos y todo el personal relacionado, le salven la vida y/o restablezcan su salud.
Todos sabemos, cómo se trabaja (“con las uñas”) en un Hospital, pero dichos galenos y personal aludido, tienen una mística bastante rigurosa para tratar de recuperar al paciente. Y la familia, del afectado, muchas veces tiene que salir a cubrir las carencias del centro hospitalario, por la crisis que se vive en nuestro país.
Estuvimos, por un rato, cerca de la emergencia del Hospital de niños Dr. Agustín Zubillaga. Había numerosos de ellos, con diferentes enfermedades (varias en calidad de urgencia), pero también llegaron niños que habían sufrido algún accidente.
Todo el año, lamentablemente, mueren niños por diferentes razones: Desnutrición, enfermedades, inmersión, tránsito, por tragarse cuerpos extraños, quemaduras, y en algunos casos los progenitores esconden las causas, por temor que la Ley caiga sobre ellos.
También ocurren violaciones físicas y sicológicas, o violación de los derechos en diversos sentidos.
Frente al accidente de un niño, pudiera haber un irresponsable por delante, sin embargo, no todo el tiempo es así. Sin embargo, opinamos que numerosos progenitores necesitan mayor instrucción, conocimiento y entrenamiento sobre los cuidados de los niños, para ocuparse del cuidado físico, pero, ¿qué decimos del cuidado espiritual?
Tal vez, por esa falta de conocimiento, descuidamos el desarrollo espiritual del niño. Bien le reclamó Jesús a sus discípulos, cuando les dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos”. No solo estamos hablando que cuidemos a los niños para que lleguen a ser adultos, sino para que lleguen a vivir por la eternidad en el reino de Dios.
Ese reclamado, alerta, invitación que hizo Cristo, le sirvió para decir: El que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en el cielo. “Y tomó los niños en sus brazos y los bendijo” (Mateo 19:15,16). ¡Qué gran ejemplo para nosotros; para la humanidad!
Por descuido o evasión del llamado de Cristo, añoramos que nuestros hijos se destaquen en situaciones de esta vida, en hechos pasajeros (terrenales) como estudios, deportes, ciencia, arte, algo que no está mal, pero, algunos niños creen sin un verdadero conocimiento de Dios, que es base fundamental para el cumplimiento de Principios de la vida que lo llevarán a la eternidad.
Y, no hay mejor camino para aprender de Dios, de Jesús y sus verdades, que buscarlo en el Libro de los Libros: La Biblia. Bien dijo el sabio Salomón: “Instruye el niño en su camino y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6).
Por todo lo anterior, debemos preservar físicamente a los niños, pero más vale el cuidado espiritual, “porque de los tales es el reino de los cielos”.
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