Táchira heroico

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El Táchira no sabe callar. No se lava las manos ante el desastre nacional. No es un pueblo de medias tintas. Prefiere hacer camino al protestar. Desde todos los puntos de su capital San Cristóbal, ya sea desde el Palacio de los Leones, la Esquina de La Extraña, la torre de la iglesia de La Ermita, hasta las urbanizaciones más modernas, escuchamos el grito estremecedor de sus habitantes que dicen basta.
La fuerza insuperable de su gente tiene al régimen en vilo. Gracias al ínclito valor inscrito en los pueblos que saben triunfar como dice su himno, ha vuelto a salir a la calle. A esa región debemos ahora el que la dictadura que nos gobierna, diga y se desdiga todo lo referente a las inconstitucionales capta huellas que nos quieren imponer.
El Táchira ha padecido en los últimos quince años la escasez, los secuestros, la falta de gasolina, la quiebra de sus fundos y haciendas, las torturas, la cárcel de sus estudiantes, la falta de medicinas, la destitución de su Alcalde, las mentiras. Es un pueblo mártir y a la vez heroico. Está demostrando que San Cristóbal no es una feria de siete días, ni sólo una tierra de donde salieron caudillos. Es un pueblo que tiene raza, donde no sólo hubo españoles e indios, sino colombianos, zulianos y llaneros. Y de allí su inconformidad.
En palabras de Domingo Alberto Rangel pudiéramos repetir que “llegar al Táchira nunca fue una empresa arriesgada. Por cualquiera de los portillos geográficos que perforan sus montañas era fácil penetrar sus valles y las vigas de su fresco verdor sirven para conocer sus anhelos”.  Por la pluma de sus hombres, como Ramón J. Velásquez, conocimos en epígrafes y libros, los perfiles de la Venezuela contemporánea.
Desde todos sus pueblos, Colón, Rubio, San Pedro del Río, Lobatera, Santa Ana y San Antonio, Capacho, Michelena, Peribeca y Palmira, La Grita y San Cristóbal, nos están convocando a los venezolanos a sacudirnos este federalismo restringido que tiene asfixiadas a casi todas las provincias de Venezuela.
Allí está el Táchira nuevamente como dice Tulio Chiossone “Mirando el tiempo, esperando la hora…” No es una amenaza, es un torbellino de coraje, con olor a café acabado de colar, con pisca y mistela. Es el instrumento de que se vale la Providencia para acudir en nuestro socorro, porque el país está en la ruina. Cuando pase este tiempo de charreteras iremos con gratitud a decirle a los tachirenses gracias por haber enarbolado la bandera de la resistencia. Por no haber sido compatriotas pusilánimes en una hora en que nos han secuestrado la voluntad nacional.

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