Tengo un amigo muy cercano, a quien no puedo nombrar, por cuanto no me autorizó para hacerlo, quien es un exitoso profesional. También, es bien conocido por sus dotes de ser humano y posee mucha solvencia económica, la cual se la ha ganado con trabajo honesto, sacrificios y perseverancia. Es fiel creyente católico, apostólico y romano. Y tiene en gran consideración las respectivas imágenes de sus “santos”. Sin embargo, lee con regularidad mis artículos publicados en el Decano de la Prensa Nacional. EL IMPULSO. Y los dos libros que he escrito, se los “bebió”. Como allí expongo con detalles precisos el plan de Salvación de nuestro Señor Jesucristo, fundamentado en Las sagradas escrituras y el espíritu de la profecía. Lo que quiere decir, que no avanzamos espiritualmente teniendo como guia la tradición, ni seguimos doctrinas de hombres, por ello, guardo la esperanza que el Espíritu Santo toque su privilegiado intelecto y llegue a aceptar algún día a Cristo, como su único y real Salvador personal.
En una amena conversación, de varias que hemos tenido, mi amigo me dijo “Chico, yo no molesto a Dios por cosas pequeñas. Él está muy ocupado para molestarlo con tonterías”. A pesar que su apreciación me causó risa no me reí. Solo le dije que Dios es como un padre amoroso, que no pierde oportunidad para agradar a sus hijos y en las cosas que parecen insignificantes, allí está él. Entonces, le conté una de mis experiencias. Por razones de tipo geográfico, le dije, vivo en las afueras de la ciudad, tengo 13 años transitando una avenida llamada Circunvalación norte. Hecha especialmente, para que el tránsito pesado que va al centro o al oriente del país no pase por dentro de la ciudad. Barquisimeto es un “centro nodal”, paso obligado del peregrino y se le llama “encrucijada de caminos”.
Durante todo ese tiempo, he podido contemplar diariamente, las pequeñas montañas o colinas, que en época de verano se tiñen de marrón, pero en época de lluvias toman un hermoso verdor que inspiran al poeta escondido que muchos llevamos dentro. Y frecuentemente le decía a mi esposa, mirando con nostalgia aquellas sinuosidades geográficas. “Algún día voy a escalar esas montañas y correr sobre ellas en donde estaré más cerca del cielo. Y ustedes me verán desde aquí abajo”. Pasó el tiempo y ese sueño se me olvidó, pero quedó guardado en el corazón de Dios.
Entonces, me hice corredor aficionado y un día del año 2014, el Club de Corredores del Oeste pudo organizar su 4ta Carrera del Chivo, con la brillante idea de escalar una de esas añoradas montañas. Confieso, que en el entrenamiento previo no pude subirla. El vértigo me atacó. Pero cuando llegó la competencia, quien atacó con evidente entusiasmo la hermosa montaña pincelada de verde por la lluvia, fue este servidor. Y cuando llegué a la cima y corrí por el “lomo” de la misma, pude gritar ¡Gracias Dios!
Cualquier anhelo particular, que parezca una tontería, Dios lo hace realidad. Porque sencillamente nos ama. Mi amigo, se quedó pensativo. ¡Hasta el próximo martes Dios mediante!
Reflexion – La carrera del Chivo
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