En este país… Huella: rastro, seña, vestigio

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Hace diez días se nos dijo que tendríamos nuevo gabinete. El 19 de agosto a las 8:24 de la noche, el Presidente de la República pidió la renuncia a todos sus ministros para “reorganizar el Estado”, en “breves horas” se concretaría así el “sacudón” anunciado por él mismo hace dos meses, el 28 de junio. Después, lo que hemos tenido es la “guerra al contrabando” y la imposición de instalar sistemas biométricos (conocidos como captahuellas) en las ventas de alimentos, como medidas de alta política para combatir la escasez.

De acuerdo al diagnóstico oficial, así como la inflación es culpa de la especulación, la escasez ocurre porque los productos se contrabandean y porque la gente compra más de lo necesario. Tenemos la mayor inflación de América Latina y una de las más elevadas del mundo, pero los venezolanos, sin embargo, podemos comprar más de lo que requerimos.

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El Gobierno está equivocado. Si hay especulación es porque hay escasez, nadie paga de más por un producto fácil de conseguir. Y si hay escasez es porque estamos produciendo poco y porque eso se disimulaba con importaciones que ahora no vienen en la misma cantidad y regularidad, por la crisis de divisas que la gestión de gobierno ha creado.

En la inflación son factores de mucho mayor impacto el enorme y desordenado gasto público con un sostenido déficit fiscal desde 2012, la drástica devaluación de la moneda con una brecha enorme entre el cambio oficial y el del mercado real, el encarecimiento de los bienes importados, la alta proporción de dinero inorgánico que circula y que la oferta está por debajo de la demanda.

En la frontera habría menos contrabando si hubiera más empleo, y habría más empleo si la economía funcionara, pero no funciona. Pero, no olvidemos, habría menos contrabando si hubiera menos corrupción, pues los combustibles y los productos subsidiados que pasan serían infinitamente menos si la burocracia, civil y/o militar, no estuviera metida en eso. En San Antonio del Táchira me dijeron que lo que habían hecho era “monopolizar el contrabando”.

Si a través del Sistema Integral de Control Agroalimentario el gobierno tiene conocimiento de cada kilo de productos y materias primas, así como de insumos que se moviliza por el territorio nacional, ¿Cómo es que pueda contrabandearse hasta causar un 40% de la escasez? Ese contrabando no es mecánico sino eléctrico. Necesita enchufe.

Los venezolanos van a Cúcuta a comprar medicamentos que aquí no se consiguen. En el Táchira, la escasez de medicinas es del 60%. ¿Cómo explica el gobierno eso? Y ¿Qué tal si el gobierno de Santos decidiera que eso sería contrabando de fármacos hacia Venezuela y se dedica a perseguir a quienes compran en las farmacias del Norte de Santander? Claro, tal ridiculez no ocurrirá. Si la menciono es para ilustrar la magnitud de la ridiculez que aquí se comete.

Lo de las captahuellas para comprar, aparte de grotesco e inconstitucional, aunque pueda disminuir alguna trampa espontánea u organizada, no “hará aparecer los productos básicos” como dijo el presidente ejecutivo de ANSA Luis Rodríguez. Y eso sin plantearse la pregunta obvia: ¿Cuánto incide en una compra nerviosa la incertidumbre acerca de volver a conseguir en el anaquel ese producto?

El Diccionario de la Lengua Española tiene varias acepciones de la palabra huella. En nuestro idioma, huella puede ser, entre otras cosas, señal que deja el pie del hombre o del animal en la tierra donde pasa; rastro, seña, vestigio que deja alguien o algo; impresión profunda o duradera. También está la huella dactilar, que es la que quiere el gobierno que dejemos a cambio de comprar lo que necesitamos y como modo de asegurarse de que no compremos más de lo necesario. Y seguir la huella de alguien, que es imitar a otro. Por ejemplo, seguir la huella del gobierno cubano sería imitar al régimen de la isla. En la decisión de imponer, “voluntariamente” se entiende (¿o no se entiende?) el sistema biométrico para racionar el consumo, queda marcada la huella del fracaso de quince años de política económica. De toda esa tupida maraña de discursos, invasiones, expropiaciones, amenazas, abusos, atropellos, además de regulaciones y sobreregulaciones establecidas en trescientas cuarenta y siete (347) leyes que afectan lo económico, fiscal y social, de las cuales ciento setenta y seis (176) han sido decretadas gracias a habilitación por parte del Poder Legislativo.

Esa es la verdad. Ahora, podemos también fingir que creemos los cuentos del contrabando y el consumismo. De que estamos produciendo en cantidad, no hay escasez y que lo de la inflación es pura “guerra económica”.

GRACIAS

Hoy, día de San Ramón, aprovecho para dar las gracias a todos los que en declaraciones, artículos, caricaturas, SMS, mensajes de twitter, o al encontrarme en la calle se han referido con generoso reconocimiento a la gestión que hasta el pasado 30 de julio, quien escribe desarrolló en la Mesa de la Unidad Democrática, una causa con la que el compromiso no cesa, ni siquiera amaina. Conmovido por tantas manifestaciones positivas, me siento más obligado (y animado) a la lucha.

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