Con ojos cansados y un tanto despeinado, Leopoldo López volvió esta semana a los tribunales, para la reanudación del juicio en el que se le acusa de incitar a la violencia en protestas contra el gobierno venezolano.
Aunque está encarcelado en una prisión militar desde hace seis meses, López asegura que su partido Voluntad Popular organiza a la militancia para reanudar las manifestaciones.
«Hay que enseñarle a la gente la protesta pacífica y qué mejor exponente que Mahatma Gandhi. Además, hay que combinarla con un mecanismo constitucional», cuenta el político de 43 años a un reducido grupo de periodistas, entre ellos de la AFP, que presenciaron el jueves esta tercera audiencia del proceso.
López fue impulsor de la táctica «La Salida», que llamó a manifestaciones forzar un cambio de gobierno y que fue catalogada como un «golpe de Estado» por el presidente Nicolás Maduro, además de que evidenció algunas divisiones entre los opositores.
La oposición venezolana, aglutinada en la Mesa de Unidad Democrática (MUD) y a la que pertenece López, ha venido planteando vías constitucionales para obtener un cambio de gobierno, como el referéndum revocatorio a mitad de mandato de seis años de Maduro, que asumió en abril de 2013, o convocar a una asamblea constituyente.
López, en el ala radical de la MUD, es acusado por la Fiscalía de «incendio y daños, instigación pública y asociación delictuosa» durante la protesta que lideró el 12 de febrero en Caracas y en la que resultaron los primeros dos muertos de los 43 que dejaron las protestas opositoras de febrero a mayo.
«Si estuviera libre, estaría en la calle recorriendo el país, haciendo asambleas, hablando con la gente», dice el economista graduado en Harvard. «Ya no se trata de que el gobierno cambie, debe haber un cambio de gobierno, de sistema», insiste.
López fue trasladado desde la madrugada, esposado y en medio de un fuerte dispositivo de seguridad, desde la cárcel militar de Ramo Verde (en las afueras de Caracas) al tribunal que lleva su proceso, en el centro de la capital.
La audiencia inició con dos horas de retraso, tiempo que el opositor aprovechó para conversar, sentado en una silla, con sus allegados y periodistas. Habló de su visión de Venezuela, de sus horas en prisión, de sus pasatiempos, de su familia.
Al estrado
Cuatro detectives de la policía científica (CICPC) subieron al estrado como los primeros testigos –de más de 70– de la Fiscalía venezolana para hablar sobre las inspecciones técnicas a seis vehículos oficiales, incendiados tras la manifestación del 12 de febrero.
Los testimonios de los oficiales desataron algunos comentarios en voz baja sobre su carácter impreciso. «Son declaraciones muy débiles», susurró alguien. «No permiten implicar ni a Leopoldo ni a los muchachos» estudiantes implicados en el proceso, dijo otro.
Los interrogatorios tomaron más de siete horas en las que López escuchó mientras tomaba notas, miraba las fotos del caso, comía maní, hacía comentarios con su abogado y hasta intercambiaba guiños a la distancia con su padre y esposa.
Los cuatro estudiantes también escuchaban y comentaban entre ellos.
La defensa, a diferencia de la Fiscalía, no contará con testigos ni con materiales considerados clave por los abogados para demostrar la inocencia de López ya que el tribunal a cargo y la corte de apelaciones rechazaron las eventuales pruebas.
No faltaron los roces entre los abogados defensores y la jueza Susana Barreiros, a la que reclamaron no haber permitido la entrada de cinco invitados a la audiencia. «Las puertas han permanecido abiertas», reviró la jueza.
Pasaron las horas, la noche cayó y la jueza puso fin a la audiencia para llamar a una nueva cita el 10 de septiembre.