Las horas transcurridas no disipan el amargo dolor en Tierra Negra, el cual perdurará por siempre.
Ayer, a diferencia de todas las mañanas, los vecinos no escucharon en el barrio la tierna sonrisa de la “catirita”, que se escuchaba apenas abría sus ojitos verdes en la mañana, iluminados por el Sol.
Y es que, prematuramente, a su año y tres meses, le fue arrebatada la vida, despiadadamente, cuando apenas aprendía a caminar y a pronunciar algunas palabras.
Nadie en Tierra Negra se imaginó que sería la misma mujer que la trajo al mundo capaz de matarla, menos de usar un cuchillo para decapitarla e infringirle profundas heridas en su pecho, para luego botar los restos de su hija y regresar a casa de lo más tranquila.
“Tenemos muchos sentimientos encontrados y no salimos del asombro”, dijo una abuela que prefirió no identificarse, acompañada de vecinos, con rostros acongojados.
El hermano mayor (18) de la niña asesinada contó que con Yelibeth del Carmen Pereira (34), vivía la pequeña y otro hermanito de tres añitos, quienes procreó con un hombre de Yaritagua, estado Yaracuy, mientras él y otro hermano de 13 años prefirieron irse de la casa y habitan frente a la residencia de ella con su padre, jubilado del IND, de quien Pereira se separó hace 8 años.
“No la odio, pero tampoco la considero mi mamá. No la iré a visitar a la cárcel”, señaló, mientras hundía la mirada en el recuerdo de su hermanita.
“A mi padre sí lo amamos. Es un buen hombre, ha sabido comportarse y nunca nos ha maltratado, como sí lo hizo ella”, recalcó, y agregó que es tanta su bondad que entregó por igual el amor a la niña que no era su hija, así como al pequeño de tres añitos que tampoco lo es.
Le vino a la mente cuando Pereira salió de su casa con unas bolsas, el miércoles al mediodía, asegurando que llevaba ropa para vestir a la bebé, bajo el argumento que estaba cerca, detalle que lo hizo entrar en sospechas y desesperado le arrancó la bolsa de la mano porque no se la quería entregar. Su sorpresa fue mayor al percatarse que la misma estaba impregnada de sangre, por lo cual procedió a retenerla como presunta autora material del horrendo crimen.
Posteriormente, la mujer confesó su culpabilidad frente a la policía.
El joven, quien estudia segundo año de Ingeniería Civil en la UCLA, puntualizó que jamás ha visto entrar en la casa de Pereira un hombre con barba, apodado El Negro, sin ocultar que ella sí practicaba actos de brujería en la casa, comía chimó y tomaba cervezas.