En Venezuela el oficio de diplomático sigue amenazado de muerte. A pesar que la noche en que ganó Chávez las elecciones en 1998, en la primera rueda de prensa como Presidente electo en el Ateneo de Caracas, prometió entregar la diplomacia a profesionales del oficio, bien pronto olvidó lo anunciado.
En efecto la mayoría de los nombramientos hechos de embajadores, cónsules y personal diplomático en el exterior, fueron para militares, amigos y familiares. Lo peor fue la designación de cancilleres como Dávila y Maduro. Su diplomacia presidencial directa dejó mucho que desear por la cantidad de dislates que cometió, a saber, insultos a Jefes de Estado, los incidentes en la ONU, con el Rey de España, la visita a Sadam Hussein, recibir a dictadores como Mugabe, Gadafi, Lukashenko, Fidel y Raúl Castro, Bashar el Assad.
Gran parte de los embajadores designados a la carrera, como diría Metternich, uno de los diplomáticos más brillantes de todos los tiempos “traían todos los vicios del antiguo régimen”. Embajadores improvisados, boli burgueses, ahora convertidos en caballeros de puño blanco, sensuales y amantes del mundo frívolo.
No se trata de hombres y mujeres de tacto, oportunidad, firmeza y serenidad, dispuestos a convertir hipótesis conflictivas en hipótesis cooperativas, a trabajar en la defensa de la soberanía, en la posibilidad de construir nuevas alianzas estratégicas. Capaces de superar el factor ideológico entre gobiernos, que impida el contacto a fondo. Agentes especializados en Geopolítica, Derecho, Ciencia Política, Internacionalistas, Economistas, con sagacidad en el manejo del convencimiento, para potenciar el intercambio lícito.
Un profesional con el conocimiento de la velocidad de la informática, diestro en el manejo de situaciones, conocedor de la actualidad del sistema internacional y poliglota hasta donde le sea posible. Y como diría el poeta nicaragüense Rubén Darío “capaces de dormir despiertos”.
La complejidad de la diplomacia contemporánea impone de una vez por todas, la selección estricta del personal diplomático. Se necesita la pluma de hombres cultos, no ganados para la polémica estéril, sino para el aporte. Es imprescindible no seguir entregando el manejo del cuarto elemento del Estado, que son las relaciones internacionales, a la improvisación.
Hemos recibido con gran recelo el nombramiento de María Gabriela Chávez como embajadora alterna en las Naciones Unidas. ¿Hasta qué punto la sumisión idolátrica a su padre pueda ser una credencial para ocupar un cargo en el foro mundial? Su designación mueve a sospechas que inundan las redes. Pero se confirma lo que dicen las propias bases del PSUV, de que este es un régimen de yernos, cuñados, sobrinos, hermanos, esposas e hijas, que no hacen nada de utilidad y que sus ideales están más próximos a la caja de dólares que a Venezuela a la que siguen engañando.
Las Huellas del Tiempo – El diplomático del siglo XXI
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