Venezuela es hoy un país fragmentado. Y lo decimos sin carga emotiva. No porque no la hayamos tenido en un pasado lejano o reciente, sino porque es bueno decantar las emociones si aspiramos a hacer un oficio político que pueda aportar resultados y que dichos resultados sean constructivos.
La palabra fragmentación puede tener numerosas lecturas en la Venezuela actual. Sin embargo, queremos enfocarnos en el oficio que nos ocupa, que es el político. Lo cierto es, al día de hoy, que los dos grandes bloques en los cuales se dividen las inclinaciones políticas venezolanas, sufren profundas fracturas internas; más allá de la fractura -aún mayor- que separa a su vez a oficialistas y opositores.
El gobierno, tras el fallecimiento de Hugo Chávez, entró en terreno desconocido. Es incuestionable que la carismática figura amalgamaba los matices más diversos que habían ido a parar bajo el paraguas rojo.
Del lado rojo se ven la costuras, por más que traten de disimularlo con una ardua labor comunicacional. La carta de Giordani fue un rompeaguas al cual se adhirieron otras importantes figuras del PSUV. El proceso electoral interno también dejó observar la realidad de esa tolda. Pero esto no significa que ese partido esté desahuciado ni mucho menos.
No se puede ver lo que se desea ver sino lo que es la realidad. Aún está por escribirse esta nueva etapa del oficialismo. Qué tan fortalecido o debilitado salga de ello, es algo que depende del tino de sus dirigentes para manejar una realidad distinta, en la cual no hay una figura unificadora como Hugo Chávez.
Del lado de quienes proponemos una alternativa democrática al gobierno que ya se ha enseñoreado por quince años largos, las cosas tampoco están fáciles. La escisión entre dos visiones distintas para lograr el mismo objetivo es tan pública como las divergencias gubernamentales.
Algo sí es cierto: hace rato dejamos de llamarnos escuálidos, mote que jamás hemos aceptado por la carga peyorativa e irrespetuosa que lleva; pero que sin duda es cosa del pasado ante las cifras del mismo Consejo Nacional Electoral respecto a los estrechos márgenes de diferencia de las dos últimas elecciones presidenciales. Eso para no hablar de la convocatoria de las primarias de 2012 para elegir nuestro candidato presidencial. Todos estos números nos hablan de una cantidad enorme y absolutamente respetable de venezolanos que desea un cambio y que se moviliza en pos del mismo.
En conclusión, partiendo de que estos son los escenarios reales, reiteramos la necesidad de atraer, de sumar, de dialogar, de encontrar puntos de coincidencia. En primer lugar, para mantener la unidad opositora en torno a objetivos comunes más allá de los matices. Y luego, como instrumento para incorporar a indiferentes y oficialistas desencantados.
La suma de las partes
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