Cuando una sociedad ve diluirse el tejido institucional que le sirve de marco y soporte superestructural los estudiosos de las ciencias sociopolíticas afirman que se entra en un estado de Anomia, una especie de disolución civilizatoria donde las leyes y los convenimientos ciudadanos ceden paso al dominio de las fuerzas primitivas.
Hacia una anomia pareciera que nos dirigimos al momento que las instituciones fundamentales de la República antes que a un interés social colectivo están bajo sospecha de estar apegadas a un proyecto político que excluye expresamente a todos quienes lo adversen en legítimo ejercicio de sus derechos democráticos.
Y ello no es una apreciación parcializada que se produzca como un ejercicio intelectual mediante el cual se atribuya o suponga esa actitud de rechazo , es algo que puede corroborarse todos los días , es una posición publica , declarada y ratificada por gruesos sectores de la sociedad organizada , quienes acusan a las instituciones públicas de orientar sus decisiones según los dictados de un proyecto político que si bien ocupa la casi totalidad de los cargos de representación popular , no tiene esa misma proporción en la voluntad de la población venezolana , en dos platos , buena parte de los ciudadanos de este país no siente que tenga un espacio en los escenarios donde se toman las decisiones que afectan su vida cotidiana y sus expectativas futuras.
Por si esto fuera poco estos mismos ciudadanos están en total desacuerdo con el proyecto de país que promueven quienes ocupan todos los escenarios de poder , lo cual crea una situación de suma precariedad democrática para quienes tienen este sentimiento de impotencia frente al poder . Prácticamente se sienten rehenes de aquellos compatriotas que además de contar con todas las instituciones bajo su control, mantienen que profundizaran un socialismo que ha conducido al país a una debacle económica.
Lo grave es que mientras en las máximas instancias de gestión y decisión , es decir , las instituciones del Estado , están absortos en estas disquisiciones teóricas , el país presenta serios problemas de funcionamiento en tramites tan sencillos como obtener un pasaporte , estar al día con los permisos y licencias oficiales , realizar una diligencia en tránsito terrestre, y gestiones por el estilo , irregularidades que multiplican si la diligencia es ante un Fiscal , un Juez o cualquier funcionario involucrado en la administración de justicia.
De esta visión gruesa y rasante de la realidad nacional tenemos que mientras en los escenarios políticos el tiempo se ocupa casi en su totalidad en definir las esencias filosóficas y sistémicas , 30 millones de venezolanos se interrelacionan entre sí mas por una convicción interna de Democracia y Estado de Derecho
que por acción y control de las Instituciones Públicas sobre las cuales se sostienen los mecanismos que garantizan la convivencia civilizada. Esto es grave, muy grave y nos coloca a contrareloj de una tragedia nacional.