Se equivoca quien piensa que dictadura es una estructura impuesta artificialmente – a pura fuerza, engaño y represión – sin ápice de apoyo popular.
Anastasio Somoza García, fundador de la dinastía que dominó a Nicaragua entre 1936-1979, dijo que hasta un dictador necesita al menos 25% de apoyo. Por eso nadie se debe deprimir si determinado régimen – por irracional y espantoso que sea – aparece con 35-39% de respaldo en encuestas.
Una dictadura con recursos en apariencia ilimitados puede posar por bastante tiempo como una especie de hada con varita mágica, que brinda inmediata solución a los problemas más apremiantes de mucha gente.
Aquella población que sobrevive en condiciones de marginalidad, desesperación y profunda necesidad en general se adhiere a quien le ofrezca algún favor o esperanza, y pocos se despegan de la ubre hasta que ésta deje de proveerle pan y circos. Visten los colores de quién mande, vociferan sus consignas, asumen sus actitudes, y votan – sobre todo cuando lo llevan de la mano – por quién se les indique.
Su apoyo cuenta en procesos electorales, pero jamás darán la vida por una tendencia política, y su respaldo – con escasas excepciones – se transfiere sin complejos al próximo benefactor. Es el «lumpen» que describió Karl Marx,» que hace mucho bulto, pero en definitiva poco pesa en los balances de poder.
Adicionalmente, en Latinoamérica están quienes creen que las dictaduras castrenses traen progreso, orden y paz, pero éstos se van desdibujando a medida que los hechos confirman su error.
Finalmente viene el grupo numéricamente pequeño de beneficiados a nivel de privilegio: Contratistas, alta oficialidad, y alta burocracia. En ellos se mezcla el oportunismo y la auténtica fe en «la causa», y su cohesión está en proporción directa a la motivación y calaña moral. Mientras peor sea la estofa de cada uno de sus integrantes más se acentúa la regla de «sálvese quien pueda» a la hora de las definiciones.
El final de casi todas las dictaduras exige que se consolide e incremente la mayoría opositora, y paralelamente se reduzca su porcentajes de apoyo a expresiones mínimas.
Cualquier dictadura que se respete presenta una apariencia sólida e irreductible, pero toda cifra de apoyo por debajo del 25% las pone a tambalear – y cuando comienzan a desmoronarse sobreviene un verdadero deslave.
En definitiva el triunfo está siempre del lado de la paciencia, la perseverancia, y de quién menos se equivoque, y la experiencia confirma que todo atajo o solución «mágica» termina como tiro por la culata. En la unión está la fuerza.
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