Los venezolanos andan por estos días amargados y estresados. La situación del país no es para menos. Se acabaron los huecos del cinturón para soportar más apretones.
Todos andamos alarmados. Te paras con sobresalto para recibir el saludo de un amigo, o le pegas un susto al prójimo cuando lo detienes para solicitar una información. Te ponen mala cara o te dan cruda respuesta.
Estamos muertos en vida. Todo nos parece ridículo o tonto. Hemos perdido por completo la capacidad de reír.
En una ocasión le preguntaron a un reconocido sabio maestro: ¿Qué es un venezolano? Su respuesta fue la siguiente:
“Están entre ustedes pero no son de ustedes. Beben en la misma copa la alegría y la amargura. Hacen música de su llanto y se ríen de ella. Toman en serio los chistes y hacen chistes de lo serio. No creen en nadie y creen en todo”
El venezolano ama tanto la contradicción que llama monstruos a las mujeres hermosas, bárbaros a los eruditos y “tremendo gobierno” el de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello.
En Venezuela somos bien particulares. Podemos ser los peores o mejores. Lástima que pudiendo ser los mejores, nos quedamos usualmente varados en el camino de lo peor. El camino hacia la excelencia pasa por cambiar los paradigmas de conformismo, «pobrecitismo» y «masquesuficientismo» que nos han azotado.
Regresamos a la época de las cavernas. Cuando enfrentamos la cólera y miseria humana en las calles recordamos a Trucutú, tira cómica creada en 1932. En Venezuela podíamos verlas en las últimas páginas de algunos periódicos.
La historieta nos mostraba las aventuras del personaje en la era prehistórica, específicamente en el reino de Guzilandia.
Trucutú era de apariencia muy fuerte en piernas y brazos, sus vestimentas en pieles. Se la pasaba con un dinosaurio como mascota (Dinny) y su mazo como herramienta. Otro personaje importante en la tira era el Rey Guz Guzigú, y la reina Guzalina y Daka.
Ahora cada una de esas historias podemos satirizarlas con el estilo de vida urbano venezolano.
Las caricaturas que hacemos en las colas diarias buscando comida no son dibujos con sentido crítico. Somos personajes con la posible apariencia de los primitivos humanos prehistóricos que nos peleamos por la presa que queremos capturar. La opinión científica actual del estilo de vida prehistórico es que era esencialmente un cazador-recolector.
Con la reflexión anterior, sólo me queda parafrasear a Alí Primera en dos de sus hermosos cantos, el primero aturdido por la realidad pues ya no se levanta por el otro: “El pueblo venezolano es como un cuero seco, si lo pisan por un lado…”
“A veces pienso que todo el pueblo es un muchacho que va corriendo tras la esperanza que se le va, la sangre joven y el sueño viejo, pero dejando de ser pendejos nuestra esperanza será verdad”.
Cavernícolas
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