Del Guaire al Turbio – REDUNDANTE REDUNDANCIA

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Admiro mucho a santa Teresa de Jesús (1515-1582), como mística y como escritora. Su prosa espontánea, humana, chispeante, ha cautivado a más de un lector, católico o no. Edith Stein, la filósofa judía alemana, en una noche se leyó la vida de Teresa escrita por ella misma y al amanecer exclamó: ”¡Aquí está la verdad!” Se convirtió, se hizo carmelita descalza y murió en la cámara de gas en Auschwitz en 1942. Hoy es santa Teresa Benedicta de la Cruz. Otro judío, el dramaturgo venezolano Isaac Chocrón (q.e.p.d.), tenía siempre en su oficina un retrato de la santa. La admiraba como escritora y mujer ejecutiva. Teresa tenía una manera muy suya de acudir a la redundancia para dar énfasis a sus expresiones, ejemplos:  “Con determinada determinación”, “¡Oh, qué sola soledad!” Usé la primera en boca de la santa en mi obra Juan de la Noche y cuando Fundarte la iba publicar, me llamaron para preguntarme si no era un error, ¡No, es el más puro estilo teresiano!, contesté, la redundancia, el pleonasmo, va.

Si “el más puro estilo teresiano” tiene un valor positivo que enriquece la lengua castellana, en nuestro país de hoy la redundancia es el más contaminado estilo del desastre que nos aplasta. Jamás un gobierno ha actuado con tan incongruente incongruencia, incoherente incoherencia, mezquina  mezquindad, malísima maldad. Hemos inaugurado una nueva versión del idioma, ahora podemos decir que el gobierno del ilegítimo difunto fue el más peor de todos, pero que el del sucesor en más peor que el peorísimo anterior. Y nos quedamos cortos, el idioma no da para más.
Pero la incongruencia no es sólo nuestra, corre por el mundo. Hace pocos días lo demostró el país de los tulipanes: siete meses sin conceder placet al militar narcotraficante gallináceo y, cuando en su provincia de ultramar legítimamente lo ponen preso para entregarlo el país que solicita su extradición, la concha explotadora del oro negro de nuestras entrañas, pacta el sucio negocio de su libertad. Dinerísimo dinero que compra comprables conciencias. Países bajos que bajan más.

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Todo esto duele y asquea. Bien ha escrito Diego Arria: “Estamos solos amigos. Solo contamos con nosotros mismos y eso implica resistencia”. Sin embargo, esta “sola soledad” es providencial: nos obliga a resistir, sí, pero también a actuar. Los venezolanos estábamos dormidos. Hemos sufrido un sopor durante 16 años, pero es hora de que este adolescente dé paso a una juventud vigorosa y activa, protagonista de su historia, que luche con coraje para rescatar la patria del oprobio y la destrucción. ¡Ánimo, Venezuela!

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