Seguimos reflexionando en el marco del natalicio del Libertador Simón Bolívar, por lo cual tenemos que decir, que la celebración de estos eventos ciertamente llenan las expectativas de muchas personas. Eso es muy normal y se respeta. Lo cuestionable es que lleguen a deificar al hombre. Cierto es que una gesta heroica como esa, libertar cinco naciones no es cualquier cosa. Por lo cual, Bolívar, es bien llamado Libertador. Pero de allí a quitar de nuestra mente la divinidad de nuestro Señor Jesucristo y ponerla en paralelo con un hombre y hasta con una mujer, es muy peligroso, por cuanto estamos entrando en una dimensión cercana al espiritismo.
Ahora, nosotros creemos, que una liberación debe manifestarse de manera práctica en la vida del ciudadano. Si las manifestaciones en la vida del ser humano no muestran los rasgos de una liberación verdadera, si la liberación es para unos y para otros es opresión, entonces no estamos haciendo nada. La liberación es espuria. Es por ello, que por nada del mundo debemos buscar sustitutos que saturen la fibra patriótica y lleguemos a confundir una liberación política y la verdadera liberación que es en Cristo Jesús.
Cuando el hombre en la persona de Adán y Eva decidió seguir su propia libertad, sus inclinaciones y su particular independencia, se hicieron esclavos del pecado. Sometieron sus vidas y la de la humanidad a las pasiones desenfrenadas provenientes de la trasgresión y perdieron su libertad. Satanás colocó los grillos en la mente y definitivamente lo esclavizó.
La buena noticia es, que Dios, nuestro verdadero Libertador, en su infinito amor, trazó el plan maestro y nos libró del opresor. Bajó él mismo en la persona del hijo Jesucristo, se mantuvo sin pecado, murió la horrenda muerte de cruz y nos libertó. Ahora, en Cristo, somos verdaderamente libres y la Ley de Dios es el fundamento principal de esa libertad, porque nos señala donde fallamos. Si nuestra vida es dominada por éste, estamos presos, somos su esclavo, pero si podemos ver el pecado, podemos apartarnos de él. Entonces la Ley no salva. Eso es claro. Pero nos muestra donde estamos pecando, es el espejo. Y ya no somos más esclavos del Diablo.
Como dice Eloy Wade “Según las leyes romanas, los esclavos podían alcanzar la liberación de dos maneras: mediante la voluntad del propio amo, o que alguien pagara el precio de su liberación. Cristo, pagó el precio de nuestra libertad y ya no somos siervos del pecado”
El cristiano verdadero vive bajo la gracia de Dios y su Ley le muestra el camino de la liberación del pecado, que era su esclavitud. Su vida debe ser entonces como río de agua viva, que brotará constantemente de su carácter e invitará a otros de manera tácita a seguir a nuestro Libertador: Cristo Jesús. [email protected]. William Amaro Gutiérrez.