A Inés Quintero la atrapó la historia desde el primer momento. Afirma que “fue amor a primera vista”, pues, no tenía la remota idea que carrera seleccionar cuando llegó el momento de decidir.
Radicada en Mérida, cavilaba sobre el destino de sus estudios universitarios y se paseó por la posibilidad de arrojarse a los estudios de derecho “No imposible. Tampoco arquitectura, y casi que por descarte llegué a la Escuela de Historia”.
Al pisar el recinto y presenciar la primera clase, Inés se dijo a sí misma: “Esto es lo que yo quiero hacer el resto de mi vida”.
Incursionó en el arte de March Bloch primeramente en ULA y más tarde en la UCV, pasando por la licenciatura, maestría y doctorado en esa ciencia social.
Marcada por la investigación
No fueron los docentes quienes marcaron la vida de Inés Quintero, sino la investigación.
“Tuve el enorme privilegio de trabajar junto a mis referentes historiográficos como Manuel Caballero, Elías Pino Iturrieta, mi pana y entrañable amigo, además tutor de una de mis tesis”.
Con el doctor Pino Iturrieta, Inés comparte hoy por hoy trabajos como La Farmacia antes de la Farmacia y las investigaciones para la revista El Desafío de la Historia, entre otros muchos libros y publicaciones.
El ambiente historiográfico de la época contribuyó al amor por la historia, su primer amor, perfilando su inquietud y curiosidad.
Sostiene que el gran proceso de formación se afianza en la UCV, pero luego ingresa al Instituto de Estudios Hispanoamericanos, de la mano de Eduardo Arcila Farías, laureado autor de La Economía Colonial de Venezuela.
Recuerda las cátedras en el instituto de Manuel Rodríguez Campos, Ermila Troconis de Veracoechea, “historiadores de gran calidad, quienes fueron un contacto vital”.
Dejó los ojos en el archivo
Inés refiere con agrado que dejó los ojos en el Archivo Histórico de Miraflores, imbuida en el período de Juan Vicente Gómez, archivo promovido por Ramón J. Velázquez.
Escudriñó igualmente la biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, la más monumental de América, así como la biblioteca de la Universidad de Oxford, el Archivo de Indias en Sevilla, el Archivo Histórico de Madrid, referentes visitados en la búsqueda de pesquisas bajo un frenesí insaciable por el oficio.
María Antonia Bolívar
Inés arguye que una de las exigencias mayores ha sido trabajar la figura de María Antonia Bolívar, hermana del Libertador, una criolla principal que bien merece ser conocida.
“De esta mujer no se conocía absolutamente nada. Era en sí una enorme ventaja, porque cuando tienes un personaje que se conoce poco, es mucho lo que se hace, pese a ser muy cuesta arriba reconstruir la historia. Además, está muy poco contaminado el camino”, plasma Inés en una mirada fija y penetrante.
Anota que la mayor contaminación de esta criolla principal era su propio hermano, quien pasa por el tamiz de Bolívar.
“Mi mayor esfuerzo fue, sin lugar a dudas, que el Libertador no me secuestrara a María Antonia, sino que ella tuviera voz propia, y siendo que era mujer, con una vida tan polémica, y con dos historias: la vida política y la distancia de la República y el proyecto que encarnaba su hermano, y todo el tema del romance en plena adultez”, reseña la escritora.
Atrapada por la Independencia
Como contraste a María Antonia, está presente la vida del marqués del Toro y Miranda el hijo de la panadera, historias que giran en torno a un período que ha sido la pasión mayor de Inés Quintero: la época de la Independencia, en donde no pueden faltar textos como El Sucesor de Bolívar y Más allá de la Guerra, que terminaron por apresar a esta versátil historiadora.
Miranda y Barquisimeto
Las últimas investigaciones de Inés Quintero se posicionan sobre la vida de Francisco de Miranda y la historia de Barquisimeto en imágenes, un libro muy conciso.
“En el hijo de la Panadera, la historia es más complicada, fue lo contrario a lo sucedido con María Antonia, porque sobre Miranda hay infinitud de información. Plantearse cómo hacer con un personaje que da para tanto, decidir que seleccionar, el hilo conductor de la histórica”, aduce.
Es una biografía -adiciona la escritora-, realizada a partir del testimonio directo de Miranda, es presencial. Él tiene un archivo colosal, y a partir de allí esta obra.
En el hijo de la panadera, Inés trata de mostrar a Miranda cerca de la gente, despojado de sus mitos, de tanta gloria y heroicidad. Es un Miranda que se equivoca, el voluntarista, el caprichoso y díscolo, el hijo de la panadera que terminó siendo una figura esencial.
Para Inés la historia termina siendo una gran pasión, un deseo en la cual no hay interrupciones, en donde permanentemente se piensa en términos históricos.
La historia se vive.