Han transcurrido 64 años desde el emblemático terremoto que azotó a El Tocuyo, en el año de 1950, pero pese a esta realidad, el riesgo sísmico en el estado Lara continúa como materia pendiente, que requiere constante educación y planes de emergencia, con el fin de preparar a la población ante cualquier episodio similar.
De acuerdo a la información manejada por la Fundación Venezolana de Investigaciones Sismológicas (Funvisis), “los eventos sísmicos representan uno de los mayores riesgos potenciales en Venezuela, en cuanto a pérdidas humanas y económicas”.
La información citada aparece reseñada en el artículo, ¿Venezuela es un país sísmico?, el cual se puede leer en la página web de Funvisis, y dentro del cual se advierte, “aproximadamente un 80% de la población vive en zonas de alta amenaza sísmica, variable que aumenta el nivel de riesgo, haciéndolo cada vez mayor a medida que se eleva el índice demográfico y las inversiones en infraestructura”.
Por lo anterior, la necesidad de mantener planes constantes que permitan educar a la población y evaluar el riesgo sísmico de las edificaciones en el país, resulta esencial al momento de enfrentar algún movimiento telúrico importante, tal como Funvisis lo prevé con la implementación de la Red Sismológica Nacional, a través de redes locales, concentradas sobre el sistema de fallas activo del país.
Venezuela posee una zona de mayor actividad sísmica que corresponde a una franja de 100 km de ancho, comprendida por los sistemas montañosos de Los Andes, la Cordillera Central y la Cordillera Oriental. En ellos se identifican los principales sistemas de fallas sismogénicas del país: Boconó, San Sebastián y El Pilar.
El estado Lara no es ajeno a esta condición del país, pues el sistema de la Falla de Boconó, convierte al área en una zona de riesgo.
Según la clasificación de Funvisis, Lara se ubica en un valor 5, dentro de una escala establecida con valores del 1 al 7, en donde el 7 simboliza las zonas de mayor actividad sísmica, como el estado Sucre, así lo explicó Hildebrando Arangú, consultor ambiental y miembro del equipo de rescate de Barquisimeto.
Asimismo, Arangú sostuvo que la mayoría de estos eventos “son cíclicos”, y se estudian en períodos de cada 100 años, ante posible repetición.
En paralelo, Arangú añadió que la Falla de Boconó es una geofractura activa, por sus constantes movimientos (en su mayoría imperceptibles para la población) que proviene desde el nacimiento de la Cordillera de Los Andes, la cadena montañosa más larga del planeta (aparte del sistema de los Himalayas).
Entre los sectores con mayores fallas geológicas, Arangú destaca el área de El Manzano, El Roble y El Bosque Macuto, dentro de los sectores que rodean a la ciudad de Barquisimeto, pues dichas formaciones están formadas por quebradas y diversas variables que aumentan el peligro en la zona.
Por ello, Arangú enfatizó el desarrollo de una cultura urbanística, que incorpore un estudio de variables, según el riesgo sísmico de cada desarrollo urbanístico de la ciudad.
Hacia el centro de Barquisimeto, el consultor ambiental delimita los alrededores de la plaza Bolívar, el colegio La Salle y el liceo Diocesano, dentro de “una terraza de laja suelta”, vulnerable también ante los movimientos telúricos.
En paralelo, Arangú estableció la importancia de considerar estas condiciones del terreno, dentro de la planificación urbana, en especial en planes como el PDUL.
De igual forma, otro de los aspectos que destacó Arangú, es la necesidad de construir y actualizar el tipo de viviendas que se diseñan en cada área, de acuerdo a su vulnerabilidad física. “La gran mayoría de edificaciones data de los años 50 y deben ser reestructuradas”, planteó el consultor ambiental entrevistado.
Recordar la pertinencia e importancia de este tipo de características de la ciudad, conforma una de las principales tareas preventivas que las distintas organizaciones y autoridades locales, deben incluir en sus labores, recomendación subrayada por Arangú. “Es importante que cada comunidad sepa qué hacer”, sostuvo.