Próspero Vicente Rodríguez Rodríguez, para ser más exactos. Hijo de Don Vicente y Doña Maximina, que te vieron nacer junto a varias de tus hermanas y hermanos en Rincón Hondo, en Duaca, a mediados de los 40 del siglo pasado.
Es difícil escribir de ti padrino, y resumir en la brevedad de estas líneas lo que significaste para quienes tuvimos la dicha de conocerte. En el dolor de tu súbita partida, hacerlo es una forma de sortear el abismo que tu ausencia nos ha sembrado en el alma. Y también porque en lo ajeno o desconocido de las vidas, solemos encontrar los extraordinarios vestigios de la humana sencillez.
Como profesor de Física egresaste del Pedagógico, y te uniste al plantel de docentes que en el 73 le dio vida académica al Ciclo Básico Superior, que años después se convertiría en Instituto Universitario, y hoy Universidad Politécnica Territorial Andrés Eloy Blanco. Crecí al calor del compañerismo y la hermandad fraterna que papá y tu tejieron en ese momento junto a otros profesores, en lo que los hijos de ese grupo hemos aprendido a llamar “Los compadres”. Un compadrazgo que desborda lo meramente litúrgico y se asume como un lazo de familiaridad y cariño inmune al tiempo o al olvido, y alimentado de momentos, anécdotas, alegrías, tristezas y sobre todo unión familiar.
Creo que fuiste de izquierda padrino, como muchos, o pocos, ponle tú la cuantía. Aunque sé que últimamente la decepción te había alejado de esas ideas. Recuerdo que fuiste también firme e incansable luchador vecinal, cuando te tocó acompañar a tus vecinos de los edificios de La Mora, en Cabudare, al denunciar las fallas de ingeniería y construcción de dichas estructuras. Y años después, asumiste el rol de dirigente gremial universitario en FAPICUV, preocupado por las mejoras socioeconómicas de tus colegas y compañeros de trabajo.
Y fuiste sobre todo esposo y padre de una familia que hoy te llora, pero que sobre todo es el fruto de tu trabajo, de tu amor, ejemplo y dedicación. Y eso, que debiera ser norma, padrino, se nos va convirtiendo en una desgarradora excepción en esta Venezuela en la cual la mayor fractura no es precisamente la de sus partidos, sino la de sus familias.
Te gustaba el aire libre, el campo. Sé que por eso te arriesgaste e invertiste en una finquita adonde ibas con mi madrina a trabajar, ya jubilado. Tu corazón se te puso frágil, Padrino. Pero soy de la tesis de que se sobrecargó de bondad, de tanto amor y cariño que le regalaste a los tuyos y a quienes conociste.
Estas líneas padrino, con la venia del Diario y las disculpas a los lectores, son para ti, y para mi madrina Nohadys, y para tus hijos, Noa, Carolina, David y Vicente.
Tu imagen nos queda intacta. Tu bigote, tu sonrisa carcajeada, cantando con los compadres, feliz. Así te vamos a recordar, Próspero Rodríguez. Bendición
@alexeiguerra