Científicos estadounidenses descubrieron un «interruptor central» de células cerebrales por medio del cual se puede poner freno al deseo de comer.
Así lo demostraron, al menos, a partir de un estudio realizado con ratones y publicado en la revista especializada Nature Neurosciences.
El descubrimiento arroja luz sobre los complejos circuitos nerviosos que intervienen en el control del apetito, y los investigadores creen que podría algún día contribuir a terapias contra la obesidad y la anorexia.
Pulsa el interruptor
Los científicos del Instituto de Tecnología de California (Caltech) explicaron que, en este caso, las células nerviosas actúan como un centro de control que combina y transmite mensajes que ayudan a reducir la ingesta de alimentos.
Estimulando las neuronas de ratones por medio de un rayo láser, los investigadores consiguieron que los roedores dejaran de consumir alimentos inmediatamente.
«Fue increíblemente sorprendente», le dijo a la BBC el científico que dirigió el estudio, David Anderson. «Como si pudiéramos pulsar un interruptor y evitar que los animales se alimentaran».
Después de activar las neuronas de los ratones, los investigadores usaron sustancias químicas para provocar en estos varias sensaciones, incluyendo saciedad, malestar, náuseas y sabor amargo en el paladar.
Ante ello descubrieron que las neuronas seguían activas en todas las situaciones, lo que sugiere que podrían responder de manera integral ante varios y diversos estímulos.
Además, observaron que las células nerviosas actuaban rápidamente cuando los ratones habían ingerido una comida completa, lo que indica que también podrían desempeñar un papel importante en la prevención de la alimentación excesiva.
Vínculo emocional
«Estas células conforman el primer centro bien definido del cerebro que inhibe la alimentación», afirmó Anderson.
«Es probable que existan células similares en el cerebro humano», añadió.
«Si es cierto y se puede demostrar que están involucradas en la inhibición del apetito en las personas, esto podría un día ofrecer vías para el desarrollo de terapias para diversos trastornos alimentarios».
Anderson explicó que lo próximo que quieren investigar es cómo este grupo de células interactúa con otros centros nerviosos implicados en la promoción del consumo de alimentos.
La población de neuronas en las que se basó la investigación se encuentran en lo que se conoce como amígdala cerebral, un centro de forma almendrada, situado en las profundidades de los lóbulos temporales.
El papel principal de este núcleo es el procesamiento y almacenamiento de reacciones emocionales. Así, se lo asocia también con el estrés y el miedo.
«Es una contribución muy importante», comentó Mohammad Hajihosseini, profesor de la Universidad de East Anglia, en Reino Unido, quien no participó en el trabajo científico.
«Los investigadores se basaron en trabajos anteriores y encontraron una pieza más del rompecabezas que conforman los complejos circuitos cerebrales involucrados en el control del apetito», añadió.
«Una de las siguientes preguntas que aún debe responderse es si estas neuronas podrían ser un importante vínculo entre la alimentación y las emociones».