Nadie está exento de las colas en Venezuela. El trato preferencial queda en segundo plano cuando de artículos escasos se trata.
Amas de casa, adultos mayores o primerizas con bebés en brazos se instalan, desde las cinco o seis de la mañana, en abastos de la red estatal, como Mercal y Pdval.
Ayer, más de 200 personas enardecidas reclamaban afuera de Pdval, en la carrera 19 con calle 25, por las demoras en la venta de leche en polvo, aceite, azúcar, papel higiénico.
La mayoría llegó al local a las seis de la mañana. Pero pasadas las once y treinta, la cola seguía estancada.
Abuelos denunciaron maltratos por parte del personal, mientras que madres indignadas tenían “el estómago vacío” y estaban a punto de desmayar. Los reclamos fueron en vano. La venta de productos regulados continuó sin avances.
Usuarios consultados afirmaron que hacer mercado, sobre todo en abastos de la red estatal, es una “rutina humillante”.
Las colas para adultos mayores, embarazadas o discapacitados son más extenuantes que las regulares y la espera nunca garantiza que consigan harina, café, mantequilla o leche en polvo, por ejemplo.
La acompañante de un discapacitado declaró ayer que fueron insultados por trabajadores de Pdval.
Asimismo, sexagenarios dijeron que andaban sin sus tratamientos médicos, pues esperaban comprar en menos de dos horas.
“Por cada diez jóvenes y adultos que pasan apenas llaman a cinco abuelos”, comentaron los señores.
Katy Guilarte, cabeza de hogar que hace compras cada viernes en Pdval, indicó que las neveras de ese local están dañadas, en consecuencia, limitaron la venta de carne o pollo a precios bajos.
Sin embargo, un empleado descartó que los equipos de refrigeración estén fuera de servicio.
Un saco de alimentos de Mercal o Pdval no excede los Bs. 300. Pero adquirirlo tiene un alto costo emocional.
No es la primera vez que usuarios de la red estatal cuestionan la atención en esos establecimientos.