Cuando llegan las vacaciones escolares, son tiempos de nietos y abuelos. Y de verdad, a pesar de que es a veces un poco arduo lidiar con ellos, al final, lo disfrutamos. Por lo general, la quietud y apacible vida de los abuelos en compañía mutua, es algo que después de tanto trajinar en el mundo, la esperamos con ansias. Es una etapa, que cuando se vive asido de la mano de Dios y su palabra, todos los encuentros diarios y hasta el último de la noche, son una bendición. Sin negar, por supuesto, las desavenencias que a veces surgen, pero definitivamente es la etapa de la vida más bella, pero, cuando se vive guiado por La Palabra sagrada.
Sin embargo, asistir a los nietos eventualmente es un verdadero desafío. Por cuanto lo que sale de nuestro corazón es un amor que no quiere reprender. Y es que los nietos asaltan sin darnos cuenta el fortín de nuestros sentimientos. Con inocente picardía descubren la debilidad en nuestros corazones y atacan. Los abuelos, agotados de regañar y reprender en el pasado, buscamos el momento solaz con los nietos. Los momentos de tristeza, de vacío o dolor por pérdidas muy sentidas son colmados por sus caricias, que no ven arrugas, sudor o lágrimas. A ellos, no les importa. Y eso, es un derecho adquirido.
Creo, el nieto representa una nueva experiencia, otra dimensión del amor de DIOS en el humano, que llega, cuando ya estamos cargados de años, agotados y hay que aprovecharla. En ellos, vivimos un amor que no pudimos dárselo a los hijos debido a los avatares propios de una vida cargada de trabajo, estudio y superación. Y a veces, de ambición. Eso, encegueció la vista espiritual y nos privamos de disfrutarlos en su niñez. Y no vamos a permitir que nos vuelva a suceder. No en vano dijo Dios “Corona de los ancianos son los nietos” Prov. 17:6. Por eso, encontrarnos con ellos, ver la sonrisa de alegría y oírlos decir “…llegó mi abuelo”. Cargarlos, acariciarlos y dejar que nos “malluguen” es una distinción que nos regalan. Ante el “abandono socio-familiar” lógico en un mundo de pecado, los nietos nos honran y nos coronan con su amor y su ternura.
Pero, lo abuelos no estamos capacitados para educar a los nietos. “Tened cuidado de no entregar el gobierno de vuestros hijos a otros. Nadie puede adecuadamente tomar vuestro lugar en esa responsabilidad dada por Dios. … Las madres nunca debieran permitir que sus hermanas o madres interfieran en el debido manejo de sus hijos. Aunque la madre haya recibido la mejor educación posible de su madre, sin embargo, en nueve casos de diez, como abuela echará a perder a los hijos de su hija al complacerlos y alabarlos con poco juicio. … los abuelos no están capacitados para educar a sus nietos. Los hijos deben tributar todo el debido respeto a sus padres; pero en lo que atañe a la educación de sus propios hijos,… deben mantener en sus manos las riendas del gobierno” Libro. La Conducción del niño. Elena de White. ¿Cómo les parece? ¡Hasta el próximo martes Dios mediante! Wilamagugmail.com.