Vender o comercializar con cemento es sinónimo de especulación, acaparamiento y corrupción en Venezuela.
Así ven esta industria quienes deben emprender un viacrucis por Palavecino para conseguir uno o varios sacos del preciado producto, regulado por el Gobierno nacional en 16,80 bolívares, pero cuyo precio es solo un maquillaje dado que cada saco se comercializa en la clandestinidad en 450 y 600 bolívares.
Comerciantes ferreteros y constructores consultados por EL IMPULSO en Palavecino, cuyas identidades y nombres jurídicos obviamos para proteger de posteriores represalias, afirman que el cemento se ha convertido en otro de los productos más cotizados en Venezuela, porque desde grandes constructoras, empresas mezcladoras de concreto e incluso un ciudadano común o albañil que requiera de este rubro, tiene que hacer magia o cualquier estrategia más allá de lo normal para conseguirlo, no sólo porque el mismo no se consigue y de llegarse a conseguir el precio supera hasta 30 veces el valor real.
En un recorrido realizado por el equipo reporteril de EL IMPULSO, en algunas ferreterías y establecimientos dedicados a la venta de materiales para la construcción, se escucharon diversas opiniones en relación al desaparecido rubro y fluctuantes precios.
Coinciden en que existe una mafia en la distribución del cemento, porque el cotizado producto sale de la planta Cemex ubicada en la Intercomunal Barquisimeto-Duaca, “manejada por militares, que termina en una oficina de la misma planta costando 150 bolívares el saco en una carga de 750 sacos que será distribuido a otros militares fuera de la planta y recargado en otros camiones para ser revendidos y despachado a las ferreterías que ya tienen sus cupos”.
Para cualquier mortal, prosiguen, conseguir un saco de cemento es adentrarse en un mundo de tráfico tan parecido al de drogas o armas.
Quienes venden al detal, argumentan, no tienen acceso a estos cotizados cargamentos, y de disponer de un capital, el riesgo es enorme, toda vez, la Guardia Nacional frecuentemente visita las ferreterías y ventas de materiales de construcción, revisan la facturación y los almacenes, punzando los sacos de pego, cal o otros materiales en la búsqueda del ilícito material.
Aducen que quienes controlan el mercado del cemento, tienen “tentáculos en cada esquina, para que nadie distribuya o se inmiscuya en el negocio reservado a la élite militar”.
Pero dramáticamente, al precio que se especule, el rubro desapareció en el municipio, y cualquier incursión en el mercado negro, será infructuoso, lo que trae como saldo negativo y el impacto en la ejecución de las obras de infraestructura y de vivienda.