El arte popular en la pintura venezolana se mantiene vivo en un rincón del estado Lara: Río Tocuyo, municipio Torres, donde el artista del género naif, Carlos Rivero, plasma su mundo, sus imágenes selváticas y festivas, para presentar un atractivo trabajo de sorprendente manejo cromático.
Propuesta pictórica que se exhibe en una vistosa muestra titulada Carlos Rivero y su mundo, la cual fue inaugurada el pasado 19 de junio en la Sala Rafael Monasterios de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA) y que estará abierta hasta el próximo 29 de julio.
Una exposición retrospectiva con la cual, el artista celebra 46 años de carrera artística, también marcados por la influencia que tienen sobre su espíritu la naturaleza misma.
“La naturaleza es mi mundo, mi vida, ahí está mi enseñanza”, comenta Rivero, quien explica que ese aprendizaje que le otorga la naturaleza es expresado en su obra a través de la fauna, flora, en todo fenómeno que se esconde detrás de ésta y que es imperceptible ante los ojos del hombre, pero sensible ante el espíritu.
La muestra reúne 38 obras de varios géneros que registran con colores esa relación sellada entre el lienzo y el pincel, ese mundo del artista, colmado de belleza, positivismo y esperanza, expresado entre volúmenes, perspectivas y degradaciones.
El particular estilo de Rivero, también costumbrista, lo convierten en referencia del arte popular venezolano, como el crítico de arte Peran Erminy lo explica: “es un típico ejemplo del horror vacui (del horro al vacío), que satura enteramente toda la superficie de sus obras y las hace particularmente atractivas”.
Colmadas de color y de magia, de vida en cada pincelada que merece ser apreciada e interpretada, a fin de descubrir el mensaje del artista.
El mundo de Rivero
La obra de Rivero es descrita como un naif moderno, no sólo por sus exuberantes colores, sino por los elementos que incorpora con el paso del tiempo y que son muestra de su evolución como artista.
Rivero considera que ha sido el colorido de su pintura lo que le ha abierto las puertas en diversos lugares del mundo. Su pintura ha visitado países como París, Londres, Nueva York, Ciudad de México, Miami, París, Los Ángeles, Toronto, Bogotá, Holanda y otros.
Cuenta que aunque el arte naif ha decaído en los últimos 30 años, luego de que mostrara su máximo esplendor en la década del 70, simboliza una ventana que muestra ese mundo sensible, imperceptible, pero real que seguirá plasmando en sus lienzos.
Sus inicios en la pintura fueron en el arte ingenuo o popular, que desarrolló durante 15 años. Para luego evolucionar hacia el arte naif, de nociones primitivistas que le permiten expresarse con mayor comodidad y libertad.
Propuesta pictórica que lo ha hecho merecedor de significativos premios y distinciones que lo han convertido en referencia del género popular en el país.
El artista ha participado en muestras como Arte Latinoamericano en Nueva York, Venezuela Art en el Bolivar Hall de Londres, El Arte Latinoamericano en Toronto, La Pintura de Venezuela en Bogotá. De la mano del programa Artes Gráficas Panamericanas (AGPA), su obra también se encuentra presente en 40 museos de países panamericanos.
En sus más de cuatro décadas de trabajo artístico Rivero ha recibido distinciones como el 2º lugar del Salón Héctor Rojas Meza, Premio Bárbaro Rivas, Premio Hotel Macuto Sheraton, y otras tantas menciones de honor también otorgadas por el Ejecutivo Nacional a través de sus ministerios y las Fuerzas Armadas de Venezuela.
Se juntan las alegrías
El pasado 7 de junio Rivero fue nombrado merecedor del 1er lugar del Concurso Los 24 de Lara. Para el artista un gran honor, que le permite hacerse camino en un medio artístico, donde el arte popular debe batallar para hacerse ver.
Una gran alegría para este larense, quien también celebra el bautizo de su libro biográfico La pintura de Carlos Rivero, editado en Nueva York y de autoría larense.
Con motivo de sus 46 años de trayectoria, el artista presenta un texto que trata sobre la historia, vida y pintura del artista quien se inicia en el arte del lienzo en 1967, cuando emigra a La Guaira, donde trabaja de la mano del maestro Feliciano Carballo, también alumno de Armando Reverón.
