Canalizar la indignación nacional ¡ya!

A partir de hoy, y en lo sucesivo, seguiré escribiendo en primera persona; pero en singular.
Últimamente he escuchado muchos ruidos, tanto del gobierno como de la oposición. A mí, particularmente, me preocuparía más si percibiéramos un quehacer político silencioso. Ese ruido, aunque innecesario e inexplicable a veces, es portador de un mensaje positivo: la democracia está viva todavía. Y “mientras el alma está en el cuerpo…” la esperanza prevalece. En el seno del gobierno se detectan signos de lucha interna, en cuanto a la moderación o radicalismo del régimen. Ojalá se impusiera la visión juiciosa de la primera tendencia. Estamos seguros de que el país entero vería con “buenos ojos” un cambio de rumbo hacia lo positivo y el ejercicio constructivo de la política.
En el caso de la oposición parece plantearse similar disyuntiva. La diferencia consiste en que esta última, a pesar de sus avances progresivos a partir del 2007, dirigentes y militantes de algunos de las fuerzas políticas que forman parte de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), están desarrollando conductas públicas propias de quienes son tocados por tentáculos de la inmediatez. ¡Este fenómeno ha sepultado muchos liderazgos!
Es indudable que la situación que vive el país reclama acciones contundentes. Pero “suicidarse en primavera” es otra cosa. Ningún esfuerzo aislado, sin el concurso unitario de los opositores, será suficiente; ni siquiera para “pellizcar” al monstruo gubernamental. Creo que es urgente –pero urgente de verdad– que la MUD, sin más pérdida de tiempo, convoque a quienes aún esperan ese llamado para incorporarse a una lucha que dejó de ser político-partidista, para tornarse en combate universal, puesto que los graves y continuos desaciertos del gobierno, sin lugar a dudas, están dejando hasta sin comida a las actuales generaciones y sin futuro a las que vienen en camino.
¡Ni una equivocación más resiste la familia venezolana: es obvia la indignación!