“La necesidad de poder no es parte importante de la motivación de los emprendedores» David McClelland
Viendo como los empresarios organizan grandes compañías en las cuales ellos empuñan el timón, es fácil imaginarse que los mueve la necesidad de dar órdenes a los demás.
Desde sus primeras investigaciones, David McClelland rechazó la idea de que la motivación se establecía irrevocablemente desde la niñez, por la privación o por algún trauma. Creía que la motivación podía cambiar, como también pueden cambiar las personas; que, por ejemplo, un individuo puede pasar de ejecutivo a empresario, y viceversa.
Le parecía que detrás de la motivación están las fantasías que todo el mundo tiene, de lo que quiere ser o hacer. Empezó a agrupar en arquetipos las muchas y diversas fantasías que encontró estudiando individuos, primero en cuarenta clases, y finalmente en tres grandes grupos, que fueron la necesidad de poder, la necesidad de realización, y la necesidad de filiación. En sus extensos estudios de empresarios, llego a esta conclusión: a los empresarios no los mueve la necesidad de poder sino una gran necesidad de realización.
Encontró que no les preocupa la elegancia de la oficina, ni tener un gran número de personas a sus órdenes, ni poseer cosas impresionantes. Tampoco les basta ascender en la jerarquía y contar con la estimación de sus colegas. Por el contrario, los empresarios externos o internos son movidos por la necesidad de realización- de dejar su sello realizando cosas que nunca se habían hecho antes.
Las personas que tienen una fuerte necesidad de realización se preocupan ante todo por fijarse metas para sí mismas y alcanzarlas. Tienen altas normas internas , quieren hacer realizaciones extraordinarias y encontrar nuevas maneras de hacer las cosas; tienen metas a largo plazo y trabajan sistemáticamente para lograrlas. Todas estas cualidades coinciden perfectamente con el papel del empresario interno.
Si bien las personas motivadas por la realización son muy competitivas, su esfuerzo se encamina a mejorar su propia norma de desempeño, no al efecto que tengan sobre los demás. Alcanzar su propia meta es más importante que vencer a los demás.
Esta insistencia en su propio desempeño y sus propias normas es valiosa para los empresarios internos que nadan contra la corriente para empezar algo nuevo. Pero también contiene la fuente de su posible debilidad como gerentes. Esta debilidad no está en su capacidad de tomar buenas decisiones de negocios, que por lo general es excelente, sino en la habilidad para llevarse bien con los demás en el trato cotidiano.
Los inversionistas especulativos desconfían de los empresarios que quieren alfombras de lujo y automóviles de la compañía antes de haberlos ganado. Prefieren empresarios que escogen oficinas modestas.. Como lo ha observado un empresario interno, » parece que las innovaciones más importantes se dan en oficinas que tienen goteras».
Resulta falso el mito del empresario motivado por el deseo de poder. Por el contrario, los que buscan el poder son los ejecutivos típicos de las grandes compañías, y el hecho de que la motivación básica del empresario interno o externo sea el deseo de realización, explica al mismo tiempo su fuerza como iniciadores de negocios y su posible debilidad como ejecutivos. Pero como lo demostró McClelland, siempre se puede cambiar si uno quiere.
Definitivamente, no hay ninguna razón para que un empresario interno no pueda pasar a ser un ejecutivo de alto nivel, o viceversa, pero tales cambios exigen un cambio fundamental de motivación.
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