José Martí dijo cosas maravillosas de Cecilio Acosta, por ejemplo que “cerrarse a la ola nueva por espíritu de raza, o soberbia de tradición, o hábitos de casta, le parecía crimen público” y, convencido de que lo que Acosta supo, pasma, completó su oración fúnebre a la muerte del sabio, con palabras como estas: “Postvió y previó. Amó, supo y creó. Limpió de obstáculos la vía. Puso luces. Vio por si mismo. Señaló nuevos rumbos. Le sedujo lo bello: le enamoró lo perfecto; se consagró a lo útil… Sirvió a la tierra y amó al cielo. Quiso a los hombres, y a su honra. Se hermanó con los pueblos, y se hizo amar de ellos… de pie en su época, vivió en ella, en las que le antecedieron, y en las que han de sucederle”.
En mi muy personal opinión, con don Cecilio Acosta, sucedió algo extraño: mientras toda su obra se muestra bastante liberal, yo lo veo personalmente manifestando mayores simpatías hacia la oligarquía conservadora y aunque tengo claro que él rechazaba esa caracterización ideológica como suya, no se que haya tenido conflicto alguno durante los gobiernos conservadores y sí con los Monagas y con Guzmán Blanco.
Pensamientos como el que a continuación cito, me inclinan más hacia la percepción de sus simpatías políticas conservadoras:
“…Compuesto el pueblo en su mayor parte de gentes sencillas y sin letras, es muy fácil hacerles concebir por medio de embaucos y marañas que no saben desenredar, que su libertad está oprimida, que las autoridades no deben ser respetadas, que las leyes son inicuas, que la justicia se vende, que el fisco feria y triunfa los caudales públicos, que la Constitución está rota, que la riqueza acumulada es el robo de la propiedad de los demás. Y sucede con esto, que se pierde el amor al trabajo, se afloja y desfallece al espíritu de industria, pierde su prestigio el gobierno, lo pierden las leyes, y todo va a menos… Y no para esto solo; el ladrón, el asesino, el vago, el ebrio, el lujurioso, se hablan, se reúnen, se conciertan, atizan el incendio y recorren en cuadrillas ciudades, campos, pueblos, como trompetas y fautores de la rebelión”. (“La libertad de imprenta”. En El Centinela de la Patria, Caracas, nov. – dic. 1846)
Para ese momento cuando Acosta escribe lo antecedente, tiene 28 años de edad, estudia en la Universidad Central, gobierna Soublette, es decir, gobierno conservador de derecha, y esos que él identifica “como trompetas y fautores de la rebelión” son los sin camisas que dirige otro joven llamado Ezequiel Zamora alzado contra la oligarquía conservadora que gobierna a la Venezuela de entonces.
En un “sistema democrático”, decía Acosta, como el que existía “lo que bárbaramente y por una unión monstruosa y torpe de palabras, ha pretendido llamarse derecho de insurrección, no sólo es un mal grande, sino un mal innecesario”. (Id.)
Continúa…
Caminito que un día – Cuando el pasado regaña al presente (1)
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