Aislados del mundo (Editorial 14-07-2014)

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Una nueva calamidad se ha instalado en la vida de los venezolanos: la imposibilidad de viajar por avión al exterior o hacerlo de regreso.
Como ocurre con una indeseable frecuencia, vuelven a ponerse sobre el tapete la improvisación oficial, por un lado; el efecto perverso de controles que en lugar de sanear crean vicios y nudos; y, la eterna guinda gubernamental: la desinformación, la carencia de credibilidad en la palabra de los órganos del Estado.

Justo cuando la crisis se evidenciaba en sus contornos más dramáticos, saltó el vicepresidente del área económica, Rafael Ramírez, para asegurar, como si se tratara de hacer bromas a costa de un tema tan serio, y sensible, que las líneas aéreas no se irían del país. Lo que ocurre, dijo, es que “están desviando aviones para el Mundial de Fútbol, en Brasil”.

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Desde mayo se anunció que a partir del primero de julio, coincidiendo justamente con la época de vacaciones, los precios de boletos internacionales serían calculados a tasa Sicad II, a 50 bolívares por dólar, lo cual suponía un escandaloso aumento del 500%; pero, ya entrado el mes de julio, a través de las cuentas de Twitter (mayor informalidad no cabe), los venezolanos se enteraron, sin mayor explicación, de que la tasa del Sistema Cambiario Alternativo de Divisas, el Sicad II, “no se aplicará hasta nuevo aviso”.

Lo cierto es que el Mundial de Fútbol llegó este domingo a su fin y no se vislumbra que, ya desocupados, según Ramírez, regresen los aviones que en masa dejaron de tocar pista en Maiquetía. El drama de instalarse desde la madrugada en las atormentadas agencias de viaje, se ha tornado humillante para quienes tienen urgencia de adquirir un pasaje aéreo internacional, por razones de trabajo, de estudio, o de salud (y, ¿por qué no decirlo, de placer, de turismo simple y puro). Estamos expuestos a un cerco virtual. Hemos quedado vergonzosamente aislados del mundo. Viajar es opción sólo válida para el Gobierno y su privilegiado entorno, libre de toda aflicción por los exiguos y caprichosos cupos de divisas, que, por cierto, han ido modelando el flujo de desplazamientos desde la plaza nacional, según sea rentable o no el destino para “raspar”, subrepticiamente, como en un acto de piratería, lo que a todos pertenece en buena ley, por formar parte de una “potencia” petrolera.

Las líneas aéreas han borrado, una a una, a Venezuela como destino. Algunas cerraron sus oficinas, temporalmente. Otras operan con frecuencias más largas y aviones más pequeños. Compatriotas que, en el exterior, tenían planes, o necesidad imperiosa de regresar, han recibido con estupor e incredulidad la noticia de que “Maiquetía ya no aparece en la pantalla” del sistema informático, en los aeropuertos.
El resultado es un bloqueo casi absoluto en la ventas de tickets. La disponibilidad cayó alrededor del 85% en relación con el año pasado. El Gobierno de los controles habla de distorsiones que no ha corregido todo este tiempo y acusa a las aerolíneas de no cumplir con el requisito de presentar las propuestas tarifarias de los pasajes. La Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA), por su lado, se queja de una deuda de varios años, estimada en unos 4.200 millones de dólares, con las aerolíneas internacionales que operan en Venezuela, las cuales repatrian, o buscan repatriar, las ganancias a sus países de origen. Sus voceros han explicado que luego de vender sus boletos en 6,3 bolívares por dólar, la propuesta oficial es pagarles a una tasa devaluada de 11,3 bolívares por dólar.

Según todas las evidencias, el Gobierno no tiene cómo honrar esa deuda y responde con un impuesto de 250 bolívares por el derecho a respirar aire ozonizado en la terminal de Maiquetía, y, encima, con amenazas inútiles: “La aerolínea que deja a Venezuela en estas circunstancias no va a volver a este país mientras estemos en el poder”. La excusa sería creíble si su condición de maula no fuera crónica y universal. La sequía de divisas, bajo férreo control, y sin que el barril de petróleo haya bajado sus precios en un mercado no satisfecho, ha paralizado a casi todos los sectores de la vida nacional, incluyendo el de los alimentos, las medicinas, los repuestos. Tan difícil como comprar un boleto aéreo es conseguir un paquete de harina precocida, una batería de vehículo, una hojilla de afeitar o una bombona de gas. Los vuelos internacionales están reducidos a su mínima expresión, pero la situación no es muy distinta cuando se trata de vuelos nacionales. Viajar en avión de Barquisimeto a Maiquetía, y viceversa, es una tragedia, cuando hasta hace unos años había no menos de cinco opciones diarias.

De repente, la prohibición de salir del país que los tribunales dictan de continuo a personeros políticos de oposición que son investigados, en la práctica quedó extendida al resto de los mortales. Por eso, algún ocurrente opositor ya conjeturó: “El Gobierno no nos quiere aquí, pero tampoco permite que nos vayamos”.

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