El PSUV suda fiebre…

Como se sabe, el movimiento que llevó al “comandante-eterno” a la presidencia en 1988, es el producto de una convergencia de tendencias, donde domina el militarismo, sobre las trasnochadas ideas “bolcheviques”, llegadas tardíamente a su génesis.
Luego, el nacimiento de esta “tropa” que -con trampas y abusos- ha dominado políticamente estos últimos quince años, nos remite a sus orígenes netamente militares. La circunstancia de su nacimiento es, pues, muy distinta a lo planteado en distintas obras referidas al proceso de formación de los partidos.
Así las cosas, la crisis política que vive el Psuv, como era de esperarse, resulta indetenible, con la desaparición física de su único líder y guía. Él, como militar déspota que fue, se convirtió en un fenómeno político montado en el esquema del argentino Norberto Ceresole: “Caudillo-Fuerza Armada-Pueblo, al cual se le agregó el partido y otras influencias ideológicas, provenientes del régimen cubano, que ha barnizado su dictadura con ribetes de marxismo-stalinismo tropical, bañado con escarchas humanitarias.
El ungimiento de Nicolás Maduro como heredero, hecho por el difunto presidente el 8 de diciembre de 2012, cuando estaba por irse de este mundo, no podía trasladarle su fuerza carismática, su arraigo social, y la capacidad de cohesión de una fuerza aglutinada solo en torno a su figura. El “comandante-eterno” nunca permitió que nadie le hiciera sombras, su palabra era la ley. Y punto. Bajo esa concepción, copiada de Fidel Castro, no generó en 14 años de ejercicio del poder los líderes que pudieran relevarlo.
Dos tendencias se han apoderado, entonces, del Psuv, en la antesala de su III Congreso a realizarse los días finales del mes en curso. La liderada por Maduro, que cuenta con la bendición del difunto, la “legitimidad” electoral, el legado del poder económico y de la estructura del aparato de Estado, la posesión de una ideología difusa, la influencia cubana, y de algunos personajes -“zorros” de la política –  como José Vicente Rangel. Y la de Diosdado Cabello, quien tiene en sus manos una parte del Psuv, la Asamblea Nacional, un buen peso en los mandos gubernamentales, un segmento militar integrado por algunos de “los centauros” del “difunto-supremo” que se creen depositarios del cordón umbilical de esa corriente política interna. Sin embargo, tanto el uno como el otro, con serias dificultades intelectuales, sin liderazgo ni carisma, desconocimiento de la compleja realidad nacional, les resulta muy cuesta arriba seguir la senda trazada por el único líder que reconoce ese movimiento: “mucho camisón pa’ Petra”, dice el refranero.
Para colmo de males, el “difunto-supremo” dejó un país comprometido y con una profunda crisis económica, política y social, producto de sus yerros, que se ha ido agravando peligrosamente con la presidencia de Maduro, quien lleva año y medio encaramado en la silla de Páez. De allí la carta de Giordani, que ha sacudido las altas esferas del Psuv, respaldada por otros ex ministros favoritos del “difunto” como Héctor Navarro y  Ana Elisa Osorio, quienes cuestionan la dupla Maduro-cabellista y a Rafael Ramírez por “sus procederes”, haya traído cola en un mundo donde decir algo públicamente es considerado una traición.
Todo ello, pues, anuncia que en el Psuv están “sudando su fiebre”. Que hay un mar de fondo que viene desplazándose y no se sabe cuándo, ni por dónde irrumpirá en la costa roja rojita con su secuela de estragos. ¿Será en su III Congreso? Amanecerá y veremos…