Un preocupado amigo cristiano, fanático del futbol, me dijo con cara muy seria. ¿Entonces, los cristianos cometemos pecado si nos sentamos a ver los partidos de futbol?. La verdad percibí que me estaba cuestionando. Con paciencia expuse que el hecho que nos gustara algún deporte no quiere decir que cometamos pecado. En este mundial, si nos alegraba seguir un equipo y cantar el gol, para nada ofendía a Dios. En lo particular ya lo hemos hecho. Los de Messi, Neymar, Luis Suarez, James Rodríguez de Colombia. El de Chicharito Hernández de México particularmente me gustó bastante. Y la cenicienta Costa Rica me entusiasma. Igual el trabajo de EEUU. No involucrarse en esta avalancha de emociones impuesta por el poder de las comunicaciones es casi imposible.
Cuando nos acercamos más a nuestro Señor Jesucristo, descubrimos que no era un ser amargado. Demostró que le gustaban las reuniones entre amigos, las disfrutaba, pero Él, hacía la diferencia. El problema se presenta cuando Ud., le dije, se extralimita en su función de fanático. Cuando pasas horas sumergido en una pantalla de TV que te aparta radicalmente de tu comunión con el Señor. Cuando la derrota y hasta la victoria, el error de tu equipo o de tu jugador preferido, te martilla la conciencia y te amarga la existencia diariamente. Cuando el ambiente deportivo te aleja del estudio de la Palabra de Dios, de la oración y de las buenas relaciones con el prójimo. Y si llega el Día del Señor, “alargas” las horas para poder ver el juego. O dejas de ir a la iglesia, por cuanto no te vas a perder un juego “trascendental”. O, estando en la iglesia, tu mente se encuentra en las incidencias del partido, entonces, estás cayendo en el campo de la intemperancia. Y eso si es pecado.
Igualmente, si el cristiano comprometido con El Señor, ve como normal ir a algún campo multitudinario para presenciar un “importante juego”, me parece, no es el lugar donde Dios quiere ver a sus hijos. La tragedia de Hillsborough, Inglaterra, 1989, está considerada como una de las peores, sino la peor, de toda la historia del fútbol. 96 seguidores del Liverpool Fc, la mayoría menores de 30 años, fallecieron aplastados al producirse una avalancha en el estadio.
Cuentan los reporteros que Liverpool siempre ha sido una ciudad dividida entre dos equipos, entre dos aficiones, entre dos formas de ver la vida. “Aquí, familias enteras, se dividen cuando llega el Derby del Mersey. Familias sentadas en sitios opuestos de la mesa a la hora de comer es muy común”. ¿Cómo les parece?. Una conducta que se ajusta a cualquier rivalidad deportiva, y eso, no va con el Evangelio. “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos” Marc.12:30,31. La pregunta sería. ¿Dónde estará todo tu corazón, toda tu alma, toda tu mente, tus pensamientos y todas tus fuerzas, si las dejas en los partidos del mundial del futbol? ¡Hasta el próximo martes Dios mediante!
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Reflexión – Mundial de futbol (III)
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