Enfrentadas a una crisis que se eterniza en la Eurozona, las empresas españolas buscan más que nunca crecimiento en América Latina, pero el movimiento es ahora de doble sentido y los grupos latinoamericanos utilizan España como puerta de entrada a Europa.
La reciente visita a Madrid del presidente mexicano Enrique Peña Nieto fue un buen ejemplo: directivos españoles, desde el banco BBVA al gigante energético Iberdrola, pasando por la empresa de infraestructuras Ferrovial, corrieron a su encuentro.
Es difícil resistir a la atracción de un país que espera crecer un 5% anual en los próximo años y prevé invertir 440.000 millones de euros hasta 2018, especialmente en urbanismo, energía y comunicaciones.
En términos generales, «vamos asistiendo a un gran boom de la construcción de infraestructuras en Latinoamérica en la próxima década», señala Juan Carlos Martínez Lázaro, profesor de la IE Business School de Madrid.
«Lo vamos viendo desde México hasta Chile, donde todo está por hacer prácticamente», dice, poniendo como ejemplo Brasil, organizador del mundial de fútbol y de los Juegos Olímpicos de 2016.
Por su proximidad cultural y lingüística, Latinoamérica fue desde los años 1990 un destino natural para las empresas españolas en busca de internacionalización.
Fue en esa época cuando se implantó el grupo de obras pública y servicios FCC, empezando por Costa Rica y México, explica Vicente Mohedano, director regional de la firma en su rama de construcción.
Tener la «misma cultura, mismo idioma y casi idénticos valores» representa una ventaja competitiva de salida y hoy FCC Construcción obtiene «aproximadamente un 40% de su actividad» en América Latina, una parte «un poco por encima de España», señala.
La crisis acentúa este fenómeno, atrayendo aún más a las empresas españolas hacia la región.
Así, en marzo FCC, en consorcio con ACS, obtuvo un contrato de 3.900 millones de euros para construir parte del metro de Lima.
Brasil se convirtió en el primer mercado para Telefónica a principios de 2013 y en Panamá es un grupo español, Sacyr, quien encabeza la ampliación del canal.
En México, Iberdrola planea invertir 3.500 de euros en seis años.
Inversiones mexicanas
Pero los papeles se intercambian y España ahora es también destino para empresas latinoamericanas, especialmente de México y Venezuela.
«Un fenómeno importante que tiene una pujanza creciente es de las llamadas empresas multilatinas, las empresas multinacionales latinoamericanas que empiezan a estar presentes no sólo en América Latina sino en los mercados globales, Europa, Asia o Estados Unidos», explica Carlos Malamud, experto sobre Latinoamérica en el centro de investigación estratégica Real Instituto Elcano de Madrid.
«Por ejemplo, la inversión mexicana en España está en torno a los 20.000 millones de dólares y hemos visto recientemente inversiones en el sector bancario», una presa fácil por su fragilidad tras el estallido de la burbuja inmobiliaria española en 2008.
Banco Popular, Liberbank y Banco Sabadell dieron entrada en su capital a accionistas mexicanos.
Pero es el banco venezolano Banesco quien realizó la principal operación, al adquirir en diciembre el banco nacionalizado NovaGalicia por mil millones de euros.
«España, además de la madre patria, es un país atractivo en recuperación», declaró a El País su presidente, Juan Carlos Escotet, hijo de españoles que emigraron a Venezuela en 1947.
Pero los bancos no son los únicos en el punto de mira: el mexicano Sigma, aliado del chino Shuanghui, tomó el control del grupo alimentario español Campofrío. Y el gigante petrolero mexicano Pemex hizo lo mismo con los astilleros Barreras.
«No diría que la tendencia de inversión entre España y América Latina se invirtió completamente, pero es evidente que el viento giró últimamente a medida que las compañías latinoamericanas empiezan a invertir en España», considera Vicente Mohedano, de FCC.
Muchas empresas latinoamericanas «toman España como el puente de la cabeza de playa, la puerta de entrada a Europa», aprovechando la afinidad cultural, señala Juan Carlos Martínez Lázaro.
En su opinión, «es un fenómeno que va a ir aumentando en la medida en que las empresas latinoamericanas vayan ganando tamaño, capacidad financiera y capacidad de gestión».