Doctor Strangelove se piró

Los loros amaestrados del régimen se desgañitan repitiendo – con característica ecolalia – la palabreja «unidad» por su arraigada costumbre de presumir aquello que menos poseen. Mientras más chillan menos se les cree.
Parece que comienza a tocar a su fin este adefesio de nazismo caribeño que nunca pasó de improvisación continua en torno a una personalidad desequilibrada, paranoide y degradante, que no supo rodearse sino de adulantes y parásitos con escasa o nula luz propia.
El talón de Aquiles del régimen fue siempre la baja calaña moral e intelectual de sus integrantes: Es prácticamente imposible fabricar genuina y duradera «unidad» con el sucio atajo de delincuentes y dementes que atrajo el finado a su entorno.
Simularon unir en torno a una ideología comunista que en realidad no existe fuera del minúsculo grupo de fanáticos encarnado por el lunático Doctor Strangelove ( ) – infeliz ingeniero eléctrico con seso electrocutado – que se piró desilusionado al ver que el barniz rojo de la banda se despinta aceleradamente ante la ineludible avalancha económica.
Los cacos ahora creen haber ganado su pírrica pugna con los locos.
Los menos obtusos comienzan a entender – al fin – que el engendro neocomunista no funciona, pero no tienen la menor idea de cómo arreglarlo ni el valor de intentarlo. Mientras tanto, el taparrabos petrolero se achica a velocidad exponencial.
Seguramente vendrán nuevas etapas de degradación política y social, hasta llegar a una debacle total donde la precaria alianza entre primitivas mafias cívico-militares se desintegre en medio de pleitos, sicarios y puñaladas por la espalda.
Fútil es cargar hoy todas las culpas al loco fugado pues mas culpable fue el difunto que le dio el garrote – y a éste a su vez se lo entregó una fatal «unión cívico-militar» entre gorilas corruptos y población inmadura.
Con todas las instituciones del Estado hundidas en cieno queda cada vez más claro que el monstruo podría (y acaso debería) morir en los mismos cuarteles de donde salió. Como en el Perú de los años 70, buena hora es que también allí ya vayan aprendiendo la lección.
A fin de cuentas una abyecta, miope y ultimadamente suicida sala del terror acaba de legitimar la participación total de aquellos en política. Nada nuevo bajo este sol tropical.

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