En una de las columnas anteriores recomendé al señor Maduro que cuidara su espalda y mirara con atención hacia atrás y hacia los lados porque en el régimen está el mayor número de golpistas por metro cuadrado del planeta. Las contradicciones internas dentro y fuera del PSUV están a la vista. También el cuestionamiento angustioso ante el derrumbe institucional de Venezuela. Fin del proceso castro-chavista en manos de su “hijo” putativo.
La carta de Jorge Giordani dispara al corazón y a la cabeza del ilegítimo presidente. Esto no excluye la responsabilidad del autor al hacer el inventario de los disparates, errores y corruptelas de un régimen que lo tuvo como protagonista por más de una década. Por acción, en algunos casos, y por omisión en otros, la historia los condena a ambos junto al difunto Chávez, de la tragedia nacional.
La pregunta es ¿para qué sirve este régimen? ¿Cuál es la utilidad para Venezuela de unos poderes públicos sin independencia, dirigidos por gente sin preparación mínima, con tendencia al abuso de poder dentro de una ineficiencia que estimula la corrupción generalizada existente? Ninguna. Además, a la ilegalidad de origen se agrega la ilegitimidad de ejercicio que estimula ambiciones de todo signo en la lucha por el poder.
Durante los primeros años de gobierno de Adolfo Suárez en España, siendo yo presidente de la Cámara de Diputados, la Junta de Portavoces del Congreso –Comisión de Mesa entre nosotros- organizó una cena en mi honor. Estuve bastante vinculado con esa admirable transición. Allí le dije a Santiago Carrillo, líder histórico del partido comunista, que me sorprendía verlo convertido en un “monárquico”. Muy serio me respondió: “Oswaldo, no es que yo sea un monárquico, sino entender que en España la monarquía se legitima por su utilidad”. Juan Carlos I estuvo a la altura. Felipe VI, será también instrumento de la unidad y grandeza de España. ¡Qué decir de Maduro!