En uno de sus últimos libros la extraordinaria historiadora Inés Quintero, refería que en tiempos de la Guerra de Independencia no todos se la pasaban en lucha contra el imperio español ni tampoco defendiendo a los patriotas.
Había personas obsesionadas con su cotidianidad. Mujeres que esperaban a su prometido para casarse, aunque la iglesia estuviera en ruinas y el cura famélico de tanta hambre padecida.
Y eso está ocurriendo ahora cuando vemos por las calles cómo transitan venezolanos a su trabajo, a realizar sus diligencias como si nada estuviera sucediendo bajo sus pies.
Nos empuja la realidad del presente. Y este hoy muy pocas personas desean seguir viviéndolo. Abandonados a la buena de Dios, los venezolanos hemos tenido que ir acostumbrándonos a sobrevivir bajo el estigma de ser llamados apátridas, sifrinos, escuálidos, y últimamente chuckys.
Esta rebelión no es contra el llamado pueblo chavista. Ellos lo saben muy bien. Los chavistas de corazón reconocen que quien les mantiene la boca apenas llena con un mendrugo de pan, son una camarilla de inescrupulosos y forajidos jerarcas que se han apoderado hasta de la tranquilidad de los venezolanos.
En los barrios los ciudadanos decentes no llaman a los estudiantes que luchan en las calles, ni sifrinos ni mucho menos chuckys. Decentemente les dicen los “muchachos buenos” o los “chamos de bien”.
Apenas días atrás mientras participaba en una marcha por las calles del oeste y centro de Barquisimeto, observé cómo los vecinos salían con sus jarras de agua y llenaban sus vasos para darles de beber a esos valerosos estudiantes.
Del fondo de esas casas, de talleres mecánicos, detrás de los ventanales, encaramados en las platabandas o saliendo al portón de envejecidas cercas, ancianas en batolas, hombres barrigones sin camisas, mujeres prematuramente preñadas o con chamos entre los brazos, ancianos y niños, curiosos y ávidos por saber, escuchaban a estudiantes mientras tomaban esa agua solidaria. Ellos hablaban y todos en silencio escuchaban.
Entre el pueblo llano y amplio no hay diferencias más allá de aquellas que por razones educativas o económicas se pueden observar. Frente a ellas, todos queremos y buscamos el ascenso social para igualarnos hacia arriba, por derecho y con esfuerzo.
Sé que la verdad y la razón están del lado de la mayoría de los venezolanos. Posiblemente las estrategias, los métodos no sean los más adecuados. Estos se han dado por sobrevivencia y en defensa legítima de la vida y bienes. Todos soportados en la Constitución nacional venezolana vigente.
@camilodeasis
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